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Bye, Romero Deschamps

Yuriria Sierra

Yuriria Sierra

Nudo gordiano

Adiós a una figura del tablero de un viejo sistema. Ése que representa el lado más vulgar del poder. El que se retrata con relojes en baño de oro y fiestas con champagne sobre un yate. El que es copiloto en autos deportivos de únicas ediciones. Ése que vive en suntuosos departamentos y viaja a todo lujo a cualquier parte del mundo. Ése que se construye a costa de tantos y que se arropa de unos cuantos. Adiós a Carlos Romero Deschamps, el que llegó con Carlos Salinas tras el Quinazo, pero que se mantuvo a la cabeza del sindicato petrolero sólo un sexenio menos que Joaquín Hernández Galicia. El que se pensó amigo de Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, quienes no pronunciaron palabra alguna tras su dimisión. Adiós, a quien fue líder petrolero desde 1993, y que usó a toda una organización de trabajadores para saciar su hambre de poder y excesos.

Adiós al enemigo de muchos, que supo arroparse por años como amigo de unos cuantos. El que se libró de una persecución cuando cayó aquella otrora cacique sindical, Elba Esther Gordillo. El que supo a quién apostarle. El que desvió millones de pesos a campañas políticas; el que supo mantenerse siempre bajo la protección de fuero por su afición al trapecio legislativo. El que fue varias veces diputado y senador como parte de la bancada priista, partido al que llegó en 1961, aunque su estancia en los escaños nunca brilló tanto como los relojes de 200 mil dólares que acostumbra usar.

Adiós a quien logró hacerse de activos condenando a pasivos impagables en las cuentas de Petróleos Mexicanos. Adiós a ese personaje que sobrevivió a la primera alternancia y supo anidar en ella. Intocable e indomable, como llamó a su yate embarcado en Cancún. Romero Deschamps se quedó solo. Tras la expectativa de su renuncia, nadie dijo una sola palabra en su defensa. Por el contrario, se confirmó que la Fiscalía General de la República trabaja en dos investigaciones en su contra. Apenas dos. 

El que tenía ingresos oficiales promedio de 40 mil pesos, pero cuyo estilo de vida evidenciaba una cosa distinta: capaz de regalar a su hijo un Ferrari de 25 millones de pesos; de asegurarle a su hija vacaciones por el mundo, viajando en aviones privados y vistiendo ropa de diseñador, la misma que en una sola foto portaba otros dos millones sólo en pulseras Cartier. Romero Deschamps, el acusado de desviar otros 500 millones para la campaña de Francisco Labastida en el año 2000. El que promovió un préstamo a diez años por otros 500 millones, dijeron, para la construcción de viviendas para los trabajadores afiliados al sindicato petrolero, y firmado en un contrato que mantuvo en la sombra. 

Y si las cuentas aquí ya superan los mil millones, hace unos meses, sus agremiados lo denunciaron por fraude por un monto de 150 millones de dólares. Y esto es apenas algo de lo que se ha revelado gracias a investigaciones periodísticas. El cráter de este volcán está por abrirse, quién sabe qué sea lo que encontraremos dentro de él. Como sea, día histórico el de ayer, una pieza anquilosada de ese régimen que hoy se denuesta tanto en esta nueva administración ha salido del tablero. Además del desenlace que tenga Romero Deschamps, lo importante será ver que esta vacante, casi vitalicia y llena de oscuridades, no sea ocupada por nadie más bajo la sombra de la 4T.

 

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