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Venezuela, un 30 de julio

Yuriria Sierra

Yuriria Sierra

Nudo gordiano

 

“Una jornada de protestas en todo el país contra lo que fue la masacre el día de hoy y contra este proceso fraudulento que el gobierno seguramente, en pocas horas, querrá decir que votaron millones y millones”, dijo Henrique Capriles, gobernador del estado de Miranda y excontendiente electoral de Nicolás Maduro, el domingo por la mañana, cuando comenzaba la jornada. No se equivocó.

Nada fue distinto a lo que se esperaba: contradicciones entre el gobierno y los opositores; enfrentamientos en las calles; respuesta de la comunidad internacional; celebración de una elección cuya evidencia pinta más a la derrota, pero que se viste de autoengaño. Sólo 12% de un padrón de millones de venezolanos acudió a las urnas, tal vez el mismo porcentaje que representa la aprobación de su Presidente. Aunque él, desde el gobierno que busca volver incuestionable, dice que fueron 8 millones de personas, el equivalente al 41.53% de ese padrón, quienes respaldaron esa infamia que ha querido llamar Asamblea Constituyente y que le permitirá hacer y deshacer leyes a conveniencia.

Al menos diez personas perdieron la vida entre sábado y domingo; muertos que se suman a los más de 120 que se han contado desde el inicio de las manifestaciones hace cuatro meses. Y con total cinismo, la Fiscalía de Venezuela asegura ninguno de ellos —quienes murieron este fin de semana— pueden adjudicarse a las Fuerzas Armadas de Venezuela, aunque sólo basta abrir las redes sociales para ver la manera en cómo éstas han reprimido las manifestaciones.

Pocas cosas retratan más la farsa de Maduro, que ese momento en que el presidente venezolano tuvo problemas para acreditarse como elector. El sistema ni siquiera lo reconoció, pero él se atrevió a decir que “todo bien”, y siguió con la jornada.

La oposición advirtió que seguirán las protestas, que no se detendrán hasta impedir que se concrete la instalación de una Constituyente de muy dudosa estructura: porque lo que se votó el domingo fue para elegir a los 545 asambleístas que sustituirán a la actual Asamblea y redactarán la nueva Constitución de ese país, sin embargo, de los 6 mil candidatos postulados no hubo uno solo de oposición. Así se vive la “democracia” en Venezuela. Por si el encierro de Leopoldo López y otros líderes contrarios a Maduro no nos decían el nivel de “dictadura” que se vive en ese país. No hay lugar para las voces que cuestionen y confronten.

A pesar de que la presidenta del Poder Electoral venezolano, Tibisay Lucena, dijo que sólo hubo focos de problemas en dos estados del país y algunas zonas de Caracas; repito, en redes sociales quedaron en imágenes los testimonios de la violencia que se vivió este fin de semana en muchas más ciudades de ese país.

México, desde la tarde del domingo, rechazó los resultados como parte de ese trabajo diplomático que tiene por objetivo abonar al diálogo y la resolución del conflicto en Venezuela.

EU, Colombia, Panamá, Perú y la Unión Europea hicieron segunda a nuestro país. La región entera se opone a lo que trama Maduro. Incluso, Luisa Ortega, la fiscal que siendo parte del gabinete de Maduro se expresó en contra de los resultados (y será la primera víctima de esta pantomima criminal que ha montado el régimen madurista). Aunque EU fue más allá, aumentando aún más la tensión entre Venezuela y los países que han alzado la voz contra Maduro: ordenó congelar todos los activos que el presidente venezolano tiene en territorio estadunidense, también quedó imposibilitado para que ciudadanos o entidades puedan hacer transacciones en su nombre. Para EU, Maduro es un dictador. Y Maduro, siendo como es, no pudo más que decir que se sentía honrado de la sanción y que es resultado de la impotencia de Trump de no haber impedido la elección. El gobierno de Venezuela está dispuesto a seguir adelante en su autoengaño, sin importar lo que ello signifique para los venezolanos, así sea perder su vida. Y es que para nadie es un secreto (y mucho menos para Nicolás Maduro) que lo que sigue para él, si resultara derrotado, serían los tribunales penales internacionales. Así pues, prefiere la guerra civil y la muerte de miles (incluso, la propia), antes que la cárcel para él y para los suyos.

 

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