Logo de Excélsior                                                        

El ídolo y el troglodita

Víctor Manuel Torres

Víctor Manuel Torres

CUARTO DE FORROS

“Acerca de este caso se seguirá hablando dentro de 30 años”. Esa frase que raya en la profecía, y resultó certera, es pronunciada en la serie televisiva Monzón, que fue incorporada recientemente a la plataforma de paga Netflix y que, en 13 capítulos, desmenuza uno de los escándalos mediáticos más recordados de los años 80 del siglo XX, cuyo epicentro fue un boxeador argentino tan ganador como podrido: Carlos Monzón (1942-1995), que se convirtió en una tenebrosa celebridad que del Olimpo deportivo cayó vertiginosamente en el basurero de la historia contemporánea.

Arriba del cuadrilátero edificó una épica, quizá, imposible de alcanzar. Abajo trazó una espiral hacia el abismo y en ella arrastró a varias mujeres, a las que maltrataba cotidianamente. A su última esposa, de hecho, la asesinó y con esa infamia terminó su impunidad.

El 5 de julio de 1989, hace justo tres décadas, un tribunal integrado por una mujer y dos hombres condenó al expugilista a 11 años de prisión, tras habérsele comprobado un delito brutal: la madrugada del Día de San Valentín de 1988 mató a su segunda esposa, la modelo uruguaya Alicia Muñiz, a la que masacró con sus puños tras una intensa discusión; luego la asfixió y, ya inconsciente, arrojó por el balcón de su hogar en Mar del Plata. El cráneo de Muñiz estalló contra el suelo y su vida se esfumó violentamente. De héroe deportivo, Monzón pasaba a homicida. Y el caso se volvía paradigmático en términos sociales, pues visibilizó los feminicidios.

Quizá uno de los aciertos de la serie —dirigida por el cineasta bonaerense Jesús Braceras— es el equilibrio que logra al narrar en dos tiempos las luces y las sombras de Monzón. En cada capítulo se van alternando los sucesos de pasado-presente, siendo éste último el año 1988, cuando comete el asesinato contra Muñiz, y hasta el día del juicio. Por el contrario, el pretérito de la serie –asesorada en lo boxístico por el tres veces campeón superligero Juan Martín Látigo Coggi– corresponde a los comienzos del boxeador en la paupérrima Santa Fe, a finales de la década de 1950 y cómo, gracias a su prodigioso talento, se encumbra en la élite del boxeo mundial.

En ese sentido, no hay vuelta de hoja: Carlos Monzón fue el emperador de los pesos medianos. A su altura pueden citarse emblemas del box como Marvin Hagler, Bernard Hopkins y Sugar Ray Robinson, pero el récord del santafesino impresiona: del 6 de febrero de 1963 (debut) al 30 de julio de 1977 (retiro) sumó un centenar de peleas, de las cuales ganó 87 (59 de ellas por la vía indiscutible). En esos más de 13 años como monarca absoluto de los pesos medianos (161 libras o 73 kilos) hizo 14 defensas de su título. Jamás perdió una.

¿Los factores de su éxito? Su esquina –comandada por el legendario mánager Amílcar Brusa (1922-2011)–, su sagacidad, su voluntad de hierro, su agresividad y su formidable alcance: desarrolló un jab de izquierda que más bien parecía una jabalina y que le daba paso franco a su poderosa derecha. Una combinación letal.

Su éxito deportivo fue un imán no sólo para el dinero, sino para otras celebridades: se codeó con Alain Delon, la leyenda del cine francés, con quien forjó una complicidad, incluso, torcida; se convirtió en “actor” en su país, filmando al lado de la bellísima Susana Jiménez –que a la postre fue su pareja y también golpeaba– y Leonardo Favio. También fue, huelga decirlo, un mujeriego arrogante e inescrupuloso.

Por la otra parte, la serie se concentra tanto en la escabrosa parte judicial, que termina siendo más un thriller que un relato biográfico. Monzón no es sólo una serie sobre un boxeador exitoso, buque insignia del deporte argentino junto a Juan Manuel Fangio y Diego Armando Maradona. Es más bien un producto de TV sobre un hombre exitoso, pero que la celotipia y el alcohol volvían un troglodita. Un hombre en estado silvestre, hiperviolento, rebasado por sus triunfos. Un agresor nato arriba y abajo del ring.

Fue uno de los hijos favoritos del éxito y la fama, un matrimonio caníbal que se atragantó con Monzón, quien terminó su vida en un accidente automovilístico el 8 de enero de 1995, en la parte final de su condena, cuando comenzaba a disponer de salidas restringidas para poder ganarse lo que le restaba de vida.

 

Comparte en Redes Sociales

Más de Víctor Manuel Torres