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Doble tributo a Coltrane

Víctor Manuel Torres

Víctor Manuel Torres

CUARTO DE FORROS

 

En últimas fechas han aparecido en la industria audiovisual dos homenajes importantes a John Coltrane, quien habría cumplido 93 años el lunes pasado.

El primero es el documental Chasing Trane (el brillante jazzista era también llamado Trane) que, a pesar de haber sido producido en 2016, apenas se estrenó en la plataforma Netflix. Escrito y dirigido por John Scheinfeld, resulta un espléndido compendio de opiniones emitidas por un elenco de lo más variado en cuanto a ocupaciones, pero congregado alrededor de un asunto sacro: la devoción por la obra y el legado de unos de los más brillantes y revolucionarios saxofonistas de la historia del jazz, quien falleció en Nueva York el 17 de julio de 1967.

Guiados en el hilo narrativo por el actor Denzel Washington, desfilan, aportando sus puntos de vista acerca de Trane, músicos de la talla de Sonny Rollins, Carlos Santana, Reggie Workman y el propio Ravi Coltrane, heredero artístico del creador de álbumes tan notables como My favorite things (1961), Dakar (1963) o Kule Sé Mama (1967). También brindan su perpectiva sobre Trane algunos historiadores musicales como Ashley Kahn o, incluso, personajes de la vida pública estadunidense como el expresidente Bill Clinton, famoso por su filia jazzística.

Resultan relevantes y, frecuentemente, conmovedoras las opiniones sobre el afligido “genio de Richmond”; quien, no obstante haber vivido atenazado por su adicción a la heroína, pertenece, por derecho propio, al Olimpo del jazz junto a otras deidades paganas, conocidas entre los mortales como Louis Armstrong, Duke Ellington, Charlie Parker, Thelonious Monk y Miles Davis.

El otro homenaje que acaba de ser lanzado al mundo digital es el álbum Trane’s Delight (Concord Records, 2019), creación del célebre músico texano Poncho Sánchez (Laredo, 1951), de origen mexicano y considerado como uno de los mejores percusionistas del mundo, que ha sabido mezclar, con maestría de alquimista, los sonidos del jazz con los ritmos afroantillanos. Intérprete de grueso calibre, Sánchez afirmó a través de sus redes sociales que concebir y, al final, producir Trane’s Delight, “un tributo al legendario trabajo de Coltrane”, le había costado al menos siete años, cristalizados el pasado 20 de septiembre, cuando por fin fue hecho público su disco-tributo.

Acompañado por Robert Hardt (saxofón), Andy Langham (piano), Ron Blake (trompeta), Giancarlo Anderson (bongó), René Camacho (bajo) y su gran cómplice Francisco Torres (trombón y dirección musical), Poncho Sánchez reimagina algunas de las piezas icónicas de Coltrane y las conduce con suavidad hacia esa hoguera danzarina e impetuosa que el latin jazz representa.

Por ejemplo, el clásico Liberia, de 1964, es convertido al jazz latino a través de la cadencia de un piano generoso que le abre camino al verdadero protagonista: un sublime solo de trompeta. Otro clásico de Coltrane, The feeling of jazz, es transformado en un lento y espléndido chachachá en el que, luego de los brillantes solos de bajo y trombón, aparece, radiante, el poder rítmico de las congas del propio Poncho Sánchez, quien se regodea y se luce en un alarde volátil y técnico al mismo tiempo.

Giant steps, quizá una de las canciones –y producciones discográficas– más conocidas de Coltrane, tiene en su versión latin jazz a un protagonista desbordado: un timbal que está en el corazón de esta versión y la cierra a paso de coloso. Desde luego, Poncho Sánchez no podía marginar Blue train, y en su versión entra al terreno que mejor conoce el percusionista: el latin soul. La producción discográfica incluye un tema instalado totalmente en el ámbito salsero: Todo terminó, grabado por el inmenso cantante Tito Rodríguez (1923-1973) y reinterpretado en esta ocasión por Noell Thompson.

El documental de John Scheinfeld y el álbum de Poncho Sánchez –dos testimonios sin desperdicio para los amantes del jazz– son la prueba irrefutable de la vigencia musical de un genio atormentado que murió a los 40 años de edad, creyendo con fervor en el poder de la música y, sobre todo, en la supremacía del amor, tal como dejó asentado en el que para muchos fue su obra maestra, el álbum A love supreme.

 

 

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