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Un escenario muy catastrófico

Víctor Beltri

Víctor Beltri

Nadando entre tiburones

Era difícil, sin duda, imaginar lo que sería el cierre del segundo año de la administración lopezobradorista. Nadie lo hubiera imaginado.

Había cosas que no se podían prever. Más allá de que la economía se encuentre por los suelos, la corrupción no tenga freno alguno, la inseguridad vaya al alza, el crimen organizado esté fuera de control, las fuentes de trabajo se extingan en la bancarrota, las asignaciones directas estén a la orden del día, la pobreza vaya en aumento o que la sociedad se encuentre —cada vez— más polarizada, existen acontecimientos que nadie podría haber previsto.

Nadie podría haber previsto, por ejemplo, que ante la llegada de una pandemia —que sí se había previsto, desde 2009— la respuesta de las autoridades fuera de una indolencia —culpable, que no culposa— que hoy rebasa unos escenarios que ellas mismas, en su momento, determinaron como “muy catastróficos”. Y vaya que lo son.

El Presidente se acerca a su segundo ejercicio formal de rendición de cuentas sin más argumentos que los que ha esgrimido desde su primera campaña: los demás están equivocados, y la única solución es la que yo planteo. Una solución, sin embargo, que no ha sido capaz de dar resultados en rubro alguno y que, por el contrario, no ha traído sino problemas mayores a los que sufríamos bajo el régimen anterior.

Es preciso decirlo: México no es un país más justo, ni más transparente ni —mucho menos— un país más progresista. México no es más incluyente, ni menos corrupto, ni menos autoritario que como lo fue bajo la aciaga época de la dictadura neoliberal: México es, simplemente, un país que —ahora— tiene diferentes intereses y dueños. Por lo demás, todo sigue siendo igual.

Era difícil, sin duda, imaginar lo que sería el cierre del segundo año de la administración lopezobradorista. La catástrofe institucional era de esperarse, sin lugar a dudas, pero la falta de empatía del Estado —y la pobre respuesta, ante una situación para la que tuvo el tiempo de prepararse— ha sido resentida por la ciudadanía, y expresada en las encuestas de opinión que reflejan una percepción cada vez más generalizada: México tiene miedo, y espera que sus gobernantes le brinden certidumbre, antes que generarle más preocupaciones. México es un país que no necesita, a cada oportunidad, llegar a escenarios muy catastróficos.

Escenarios en los que, desafortunadamente, ya nos encontramos. La descomposición orgánica es innegable, y el pretexto —absurdo— de la austeridad republicana ha puesto, en situación de riesgo, a las instituciones que —en su momento— fueron triunfos de la ciudadanía. La economía nacional no inspira confianza a los grandes inversionistas, y las pequeñas y medianas empresas buscan, a manotazos, una tabla de salvación que el Estado les ha negado con tal de poder seguir en la construcción de unas obras faraónicas, emblemáticas e inútiles. El combate a la corrupción, el único estandarte vigente de la administración actual, se ve comprometido con los videos que incriminan a la familia —y la campaña— del Presidente en funciones.

Un escenario catastrófico. Muy catastrófico, sobre todo cuando se tiene que rendir un informe de gobierno en una semana. ¿Qué podrá informar el Presidente, el primero de septiembre? ¿Qué historias puede contar, quien no tiene sino sus propias ideas como argumentos? ¿Qué logros se pueden presumir, cuando los errores cometidos han sumido a un país entero en el luto y la tristeza?

Un escenario catastrófico, cuya narrativa —adoptada por el gobierno— no equivale sino a la indignidad, y a aceptar, no sólo que el subsecretario no tenía idea sobre la magnitud del problema —cuando planteó la estrategia y definió los escenarios— sino que el Presidente no conocía la capacidad del funcionario y —a pesar de sus errores— lo ha seguido defendiendo, con tal de no aceptar su propia equivocación.

Hoy tenemos —por fin— los elementos para dejarle de creer al Presidente, en base a sus propios resultados, y más allá de las preferencias partidistas. Hoy se vive, efectivamente, un escenario muy catastrófico.

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