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Es tiempo de hablar del futuro

Víctor Beltri

Víctor Beltri

Nadando entre tiburones

                Buena suerte, México.

 

Las calles se vacían, los comercios cierran, la gente se recluye. La enfermedad se propaga y, a las cifras de los enfermos y fallecidos en otros países, se suman, poco a poco, las de nuestra propia nación. Las economías se desploman, los sistemas de salud colapsan, los gobiernos se tambalean. Nada volverá a ser igual.

Es tiempo de hablar del futuro. El mundo cambiará por completo, de una manera tan radical como no se ha visto ni siquiera después del 9/11, de la caída del Muro de Berlín o de cualquiera de las grandes guerras del siglo pasado.

Los antiguos paradigmas han perdido validez, en un instante: supuestos como la posibilidad de viajar a cualquier lugar del mundo, o de integrar cadenas de valor en varias economías, son imposibles en este momento y no se sabe cuándo podrán ser restablecidos. Los gobiernos no supieron responder a la emergencia, sea por temores económicos, políticos o por torpeza pura, y la ola ya existente de movimientos nacionalistas, xenofobia y líderes autoritarios, se verá fortalecida ante los riesgos —ahora demostrables— de la globalización, así como por la debilidad de los gobiernos que fueron incapaces de tomar acciones decisivas que pudieran afectar su propia estabilidad política. La globalización ha terminado, los nacionalismos se exacerban, la gente estará dispuesta a sacrificar sus libertades a cambio de seguridad. La democracia está en serio riesgo.

En serio riesgo. La falta de liderazgo que en nuestro país —como en muchos otros— ha llevado a la falta de coordinación entre autoridades locales y nacionales, pone en serio riesgo no sólo la gobernabilidad sino, incluso, el pacto federal, ante las pésimas decisiones económicas, de seguridad y —ahora— de salud, que han puesto en riesgo la vida de los ciudadanos, y que difícilmente serán secundadas después de esta crisis.

Una crisis que se suma a las anteriores, cuyo manejo político ha dado como resultado una sociedad polarizada, y un gobierno ineficaz, cuya falta de preparación ante la ausencia de un gran número de sus integrantes quedó demostrada apenas hace unos días, con el paro feminista. México se paralizó con la falta del 50% de sus ciudadanos, un solo día: la tasa de contagios esperada rebasa con mucho ese porcentaje y, en este caso, afectará también, por un tiempo indefinido, a los integrantes del gobierno.

Un gobierno centrado en la figura de un solo hombre, empeñado en una batalla contra molinos de viento que, en la construcción de obras inútiles, ha malgastado el dinero previsto para estas ocasiones, al tiempo en que ha dejado exangües las instituciones que ya enfrentaban problemas antes de esta crisis. Un hombre cuyo desprecio por la cadena de mando quedó de manifiesto al desbaratar las estructuras burocráticas que antes, de una manera o de otra, funcionaban, y que reemplazó por una red de incondicionales, cuya preparación para el puesto no importaba mientras fueran honestos. Un gobierno ineficaz, con planteamientos equivocados, que no funcionaba antes de ahora.

Y que difícilmente funcionará, ante la magnitud del reto que se avecina. El sistema de salud ya estaba a tope aun antes de la emergencia, y la situación podría desbordarse en poco tiempo, añadiendo al riesgo sanitario el riesgo de salubridad. Es imposible saber cuánto durará la emergencia, y los alimentos podrían escasear al interrumpirse las cadenas de producción y distribución. La sociedad está polarizada, y el discurso oficialista comienza a identificar a la pandemia como una “enfermedad de ricos”. La gente tiene miedo, mucho miedo, que en unas cuantas semanas se podría convertir en ira y violencia: ¿estamos preparados para lo que se avecina?

El Presidente sonríe, presume sus escapularios y cancela inversiones multimillonarias, con el precio del petróleo en picada y una recesión global en puerta, a punto de enfrentar la crisis de salud más importante de la historia moderna. El mundo cambiará por completo, y no ha sido capaz de darse cuenta. Es tiempo de hablar del futuro, y dejar atrás la polarización de los molinos de viento, antes de que llegue la ola del aislamiento y el autoritarismo. Es el momento de actuar.

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