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A dos años, sabemos ser mejores

Víctor Beltri

Víctor Beltri

Nadando entre tiburones

                Para Robin Beltri.

 

Dos años de errores, dos años de disparates, dos años de ocurrencias. Dos años de enfrentamiento continuo, de proyectos sin sentido, de corruptelas a la luz del día. Dos años de desencuentros internacionales, de pérdida de confianza, de traición a los ideales de quienes lo llevaron al poder. Dos años, también, del recordatorio constante: a pesar de todo, los otros eran peores.

A pesar de todo, los otros eran peores. El Presidente de la República sale todos los días a enfrentar —osado— las preguntas a modo que sólo sirven para dar pie al mensaje —repetido ya mil veces— en el que creen sin vacilar quienes le mantienen en los altísimos niveles de popularidad de que disfruta. Así, no importa la magnitud de los errores, lo insensato de las decisiones o la evidencia de la corrupción en la administración actual. La narrativa es clara: a pesar de todo, los otros eran peores. Están enojados porque no pueden seguir robando. Por eso atacan al gobierno y quieren regresar.

Una narrativa que es el hilo conductor de la estrategia oficial, lanzada desde las mañaneras y replicada, posteriormente, por todos los medios al alcance del aparato estatal, desde las hordas de bots hasta las conferencias de salud, los youtubers, los actores políticos y sociales afines al gobierno.

Una narrativa a la que la oposición no ha sido capaz de responder. Los partidos políticos —y lo que hasta el momento puede llamarse oposición— han concentrado sus esfuerzos en los pocos espacios que aún conservan, y se han dedicado —primero— a tratar de contener el alud de cambios, desde el Congreso, las gubernaturas y sus propias tribunas, y —segundo— a poner en evidencia las pifias y fallos de la administración actual, con la aparente esperanza de generar el voto de castigo en contra del partido en el poder.

Un voto de castigo que, a final de cuentas, recaería sobre los partidos en los que la ciudadanía perdió la esperanza hace mucho tiempo, y a los cuales castigó, a su vez, en la elección de 2018. ¿Qué incentivos podría tener quien votó en contra de los partidos, en 2018, para volver a votar por ellos en 2021? ¿En qué han cambiado, cómo entienden la situación en curso, cuál es su visión actualizada del México del futuro?

¿Qué argumentos ofrecen, más allá de lo mal que lo está haciendo el gobierno en turno? A pesar de todo, los otros eran peores, sería —es— la respuesta desde el púlpito. Están enojados porque no pueden seguir robando. Por eso atacan al gobierno y quieren regresar. ¿Cómo demostrar que no son peores, y que sus intenciones son legítimas? ¿Lo son?

La pregunta, quizá, no sea cómo volver a confiar en los partidos, sino cómo volver a creer en la política. Los partidos han perdido contacto con la sociedad, y poco tiene que ver lo que las cúpulas deciden con los anhelos de la militancia y, menos aún, con las preocupaciones de una ciudadanía que decidió castigarlos en 2018 y votar por quien prometiera terminar con quienes parecían no tener más objetivo que la obtención del poder a toda costa.

¿Cómo volver a creer en la política? ¿Cómo volver a confiar en unos partidos que ya nos decepcionaron, pero que —sin embargo— son necesarios para arrebatarle la mayoría al partido oficial, en las elecciones intermedias? ¿Cómo vencer la apatía, cómo derrotar al abstencionismo? ¿Cómo entender que la política no es asunto de políticos?

El país se aproxima a la catástrofe, y no podemos darnos el lujo de observar cómo se desmorona entre intereses mezquinos. Es el momento de una nueva narrativa, de mejorar a los partidos, fortalecer a las instituciones y defender la democracia. Éste es el momento de la sociedad civil, es el momento de actuar, involucrarse, de luchar por causas justas, de rescatar de este naufragio lo que está por perderse. De no enfrentarse, ni caer en el encono; de mostrar que, como oposición, sabemos ser mejores.

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