Logo de Excélsior                                                        

Informe: rendición de cuentas del Presidente

Ruth Zavaleta Salgado

Ruth Zavaleta Salgado

Zurda

 

El primero de septiembre, el presidente Andrés Manuel López Obrador emitió su séptimo informe en dos años de gobierno. Los datos expuestos en su discurso no coinciden con lo informado por diversas instituciones de su administración a lo largo del año. Por ejemplo, el de los feminicidios y la violencia contra las mujeres que, incluso, crecieron durante el confinamiento por la pandemia del covid-19. Tal vez, el corto, pero provocador discurso que emitió el Presidente ante una centena de invitados, hubiera pasado más desapercibido si no fuera por el señalamiento que él mismo hizo: la ausencia del presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y del titular de la Fiscalía de la República. El tema no es menor para quien sabe que el fondo del reclamo se origina a partir de considerar que ese acto era, efectivamente, un “informe presidencial”.

El Presidente sabe de la relevancia que implica un “informe presidencial”, pero los ciudadanos no. La exposición mediática cotidiana del Presidente ha hecho que los ciudadanos crean que el discurso del “informe” es igual a un discurso cualquiera. Quizás un poco diferente a las mañaneras porque en esta ocasión, el Presidente lo leyó e hizo algunas extrañas citas como las del economista Adam Smith. Hace no mucho tiempo el discurso del informe era en sí, un acto simbólico de gran relevancia en la vida pública del país. Era un acto de rendición de cuentas ante los ciudadanos de la República; era un acto simbólico de equilibrio de poder entre el Ejecutivo y el Legislativo porque el Presidente rendía cuentas con un discurso y lo respaldaba con un documento por escrito (el informe) ante el Congreso de la Unión. Pero hoy, el informe no es eso. Desde el 2008 que el Poder Legislativo reformó el artículo 69 constitucional, el informe se convirtió en un evento privado con invitados a modo del Presidente en turno.

Antes de esa reforma, cada año en la apertura de sesiones ordinarias del Congreso de la Unión, el Presidente de la República presentaba un informe por escrito en el que manifestaba el estado que guardaba la administración pública del país. Siempre, desde que se publicó el decreto constitucional de 1917, el artículo 69 estableció ese mandato, pero, en ese entonces, el titular del Poder Ejecutivo se presentaba a la apertura de las sesiones ordinarias y las extraordinarias. En el primer caso para presentar dicho informe y, en el segundo, para los asuntos que hubiera sido convocado. Es decir, el Presidente de la República, de forma cotidiana, se presentaba al Congreso de la Unión a rendir cuentas.

El artículo 69 ha tenido cuatro reformas: 1923, 1986, 2008 y 2014. En ninguna de ellas se podrá leer que el Presidente tenía que presentar un discurso, pero, se deduce del artículo siete de la Ley Orgánica del Congreso de la Unión, que el titular del Poder Ejecutivo presentaba un discurso y un documento por escrito que era el informe. Cuando el PRI tenía la hegemonía de la representación política, el evento del informe presidencial se fue convirtiendo en un acto protocolario cada primero de septiembre, pero, no como un acto de rendición de cuentas. Los tiempos cambiaron y desde principio de los años noventa, el día del informe se transformó en un evento de confrontaciones entre el Presidente y la oposición. Incluso, el último año de gobierno del presidente Vicente Fox fue imposible que siquiera lograra el acceso a la tribuna. Todo empeoró después de la elección del 2006 por las confrontaciones poselectorales entre el expresidente Felipe Calderón Hinojosa y el actual titular del Poder Ejecutivo.

Fue entonces que se reformó el artículo 69 constitucional y se evitó, de forma definitiva, que el Presidente dirigiera su discurso del informe ante el Congreso de la Unión. Ahora sólo se entrega por escrito por él o la Secretaría de Gobernación. La reforma no fue concordante con la transformación del sistema presidencial y la consolidación de la democracia. El Poder Legislativo evitó las confrontaciones, pero su función de equilibrio de poder ante el Presidente quedó debilitada.

En ese contexto, cabe preguntarles a los legisladores, ¿no es hora de rescatar la esencia del informe presidencial como una verdadera  rendición de cuentas del Poder Ejecutivo ante el Poder Legislativo?

 

Comparte en Redes Sociales

Más de Ruth Zavaleta Salgado