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Contrapeso y partidos políticos

Ruth Zavaleta Salgado

Ruth Zavaleta Salgado

Zurda

Se ha vuelto costumbre desde la elección de julio del 2018 que diferentes actores de medios de comunicación o analistas políticos digan y repitan que el presidente Andrés Manuel López Obrador, no tiene contrapeso visible, pero eso no es tan cierto o puede ser una verdad a medias, porque los contrapesos conformados en el contexto de la democracia moderna mexicana, al igual que la Constitución y las leyes, no pueden desaparecerse con un memorándum.

Los contrapesos de poder están conformados, lo que no existe, quizás, es la voluntad de quienes los conforman, de ejercer esa función formal y/o real (ya sea poder judicial, legislativo u órganos autónomos) o tal vez, como dice Timothy Snyder en sus lecciones Sobre la tiranía, hay actores que están dispuestos a obedecer por anticipado. Ejemplo de esto último puede ser la actitud de algunos congresistas locales, que, aun cuando los diputados federales o senadores de su partido, no votan a favor de algunas reformas constitucionales, ellos, de forma diligente, só lo hacen, incluso, antes que los propios diputados de las fracciones de Morena y aliados.

En este caso de los congresos locales, se ha impuesto la lógica de que las reformas constitucionales, una vez que pasan el filtro del Congreso de la Unión, serán aprobadas en automático en el ámbito local porque hay una creencia generalizada de que Morena tiene mayoría absoluta, pero, no es así, los números no mienten. Suponiendo que hubo alianza Morena-PT-PES en toda la República (no fue así), en 13 estados tiene más del 50% de legisladores, pero para aprobar una reforma constitucional se requieren 17 estados.

De esta manera, los congresos locales podrían ejercer su función de contrapeso si las fracciones parlamentarias votaran de la misma forma que en el ámbito federal. En el propio Congreso de la Unión, sin los 9 legisladores federales que salieron del PRD y se declararon independientes en la Cámara de Diputados (pero votan con Morena la mayoría de veces), la alianza del Presidente no tendría mayoría calificada tal y como sucede en el Senado de la República, en donde, en muchas ocasiones, han frenado los retrocesos legislativos que implican algunas iniciativas.

De igual forma sucede con los gobernadores, sólo 4 son de Morena, uno del PES, 13 del PRI, 11 del PAN y PRD, MC e independiente, uno cada uno. Es decir, los gobernadores también podrían representar un contrapeso importante. Aquí vale la pena reflexionar respecto a ¿qué esta sucediendo con los partidos políticos, que papel están jugando, hay una estrategia para impedir que en un futuro inmediato regresemos al modelo de partido hegemónico? Por qué se ha vuelto cotidiano el silencio complaciente de muchos actores políticos ante algunas acciones del Presidente que, a toda vista, no son apegadas a la ley o que atentan contra la gobernabilidad en las entidades, como, por ejemplo, el manejo faccioso de becas o el nombramiento de superdelegados.

El pasado 16 de marzo el director de la facultad de derecho, Raúl Contreras, quien escribe en este mismo medio periodístico, nos recordó que en este año renovarían dirigencia los principales partidos políticos. A pesar de la desconfianza hacia los partidos, vale la pena recordar que no hay democracia en el mundo sin la participación de ellos. En ese contexto, aprovechando el cambio de dirección política, quizás los partidos mexicanos tengan que reinventarse, ya que a propósito de la coyuntura de ejercicio de poder presidencial que estamos viviendo, tienen una gran responsabilidad respecto a defender las instituciones y el Estado de derecho.

El propio Snyder advierte sobre el error de presuponer que quien llega como gobierno por medio de las instituciones no puede modificarlas o destruirlas. Incluso, el propio partido de Morena debería tomar sus precauciones si verdaderamente se quiere consolidar como opción política. Ya el PRD cometió el error, en su momento, de aceptar que algunos de sus actores tomaran decisiones por encima del partido, y hoy podemos ver las consecuencias.

Aunque eso no quiere decir que sea imposible que ese instituto pueda renacer, porque el PRD fue el primer gran frente de izquierda que luchó unido por combatir el totalitarismo del régimen vinculado a un presidencialismo autoritario, con un Presidente con poder metaconstitucional.

La clave, quizás, en este momento, es resistir como en los viejos tiempos. Ejercer el papel de minoría, no desaparecer, y reagruparse en torno a seguir luchando para garantizar la total libertad del ejercicio de la voluntad política de la soberanía (del pueblo).

 

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