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La Guardia Nacional, fuerza pacificadora anticorrupción

Ricardo Peralta Saucedo

Ricardo Peralta Saucedo

México correcto, no corrupto

La Auditoría Fiscal de la Federación documentó que, por lo menos desde 2008 hasta el 2017, se han desviado más de 302 mil millones de pesos de presupuesto federal desde las entidades federativas; un alto porcentaje de esos recursos debieron destinarse a la profesionalización de las policías estatales y municipales de 21 entidades federativas.

De las más de 700 denuncias presentadas ante la centenaria PGR, ninguna tuvo éxito judicial, la impunidad desde el Estado ha sido la gran triunfante y cómplice de estos casos de corrupción hasta el día de hoy.

Esta ausencia casi absoluta de cuerpos policiacos confiables y de entornos de nula capacitación, seguridad social y pésimos salarios, ha sido el producto de la omisión de tres sexenios fallidos, donde el único crecimiento admirado a nivel internacional es la corrupción.

Si, además, exploramos la situación de los sistemas penitenciarios locales, no hay un solo caso de superávit en cuanto a la capacidad de población carcelaria, no existe la reinserción, los exconvictos sufren discriminación y carecen de capacitación para el trabajo, otra gran deuda social sin resolverse desde hace décadas.

Las declaraciones de capos de la droga extraditados a Estados Unidos a nadie sorprenden, de hecho, la percepción generalizada en México da positivo, por el debilitamiento de la autoridad moral de quienes han gobernado nuestro país.

Las consecuencias han dado sus frutos envenenados, el crimen organizado creció como moho, cooptó a servidores públicos que tendrían que estar fortaleciendo su arraigo a las instituciones policiacas, pero, por el contrario, se aliaron como venganza al país que les dio la espalda en su crecimiento profesional. El dinero fue el gran factor, ese recurso que tenía que llegar, y sí llegó, pero de la mano que corrompe conciencias, valores y vidas.

La participación de cuerpos policiacos en deshonrosos casos de homicidios dolosos, secuestros, extorsiones, desapariciones forzadas, fosas clandestinas, trata de personas de la mano de superiores jerárquicos y delincuentes logró que el terror se apoderara del país entero; hoy, la sensación de desconfianza total es nacional.

El oscuro panorama se encrudeció por no atender las causas que provocaron esta debacle de guerra sangrienta que ha arrojado más de 240 mil muertos en los dos últimos sexenios.

La pobreza y la desigualdad. Hoy, México tiene más de 60 millones de pobres, nueve más en pobreza extrema. En África se han dado mejores resultados en la lucha contra la desigualdad. Es una infamia nuestra realidad, hay comunidades desplazadas, economías rotas por doquier, insensibilidad e indiferencia social de muchos a los que les preocupó más estrenarse de activistas fatuos marchando en avenida Reforma por el NAIM.

La paz mexicana se encuentra con muy mala salud, la corrupción la enfermó.

La Guardia Nacional, con más de 150 años de antigüedad legal, deberá someterse a una cirugía mayor en el quirófano constitucional que le otorgue un tamiz de salud y diseño institucional colegiado, se dé certeza por su profesionalismo y protección a los derechos humanos.

Nunca en la historia de México se había puesto a debate una propuesta de tan alta responsabilidad en las terribles condiciones de violencia en las que vivimos.

El mando operativo de la Guardia Nacional será militar, ya que dependerá de la Sedena, pero por debajo de la jerarquía suprema de un civil que es el Presidente de la República; la Constitución le otorga la posibilidad de disponer de la totalidad de las Fuerzas Armadas para la seguridad interior. Por cierto, la SCJN invalidará, mediante sentencia, la ley (nunca utilizada) invocando falta de facultades del Congreso, además de su contenido y omisiones en el proceso legislativo.

Parte de nuestras obligaciones como mexicanos, según el artículo 31 Constitucional, fracción III, es alistarse y servir en la Guardia Nacional, defender la independencia, el territorio, el honor, los derechos e intereses de la patria, así como la tranquilidad y el orden interior. La paz es un acto de fraternidad que nos compete a todos.

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