Logo de Excélsior                                                        

El costo de no regular las drogas en México

Ricardo Peralta Saucedo

Ricardo Peralta Saucedo

México correcto, no corrupto

El whisky en las rocas, sabía a plomo. Se tomaba en tazas para café para no despertar sospechas sobre su consumo ilícito. Durante la ley seca, más de 45 mil personas fueron procesadas por cometer conductas relacionadas con el alcohol en Estados Unidos.

La historia de las drogas se debe analizar desde varias aristas: Su regulación legal, la mística de su uso y la necesidad del humano de perturbar su conciencia.

La Compañía de las Indias Orientales jugó un papel preponderante en la primera guerra del opio en 1842, suscitada entre China e Inglaterra. En la India, colonizada por los ingleses, se creó un enorme monopolio productor y la estrategia fue inundar a los países vecinos ante la sobreproducción de opio. China tenía un decreto prohibicionista, su población sabía del placer de fumar la sustancia. El emperador Yung Cheng, ordenó la destrucción de más de 22 mil cajas llenas de opio de contrabando.

La reina Victoria declaró la guerra a China, y una vez vencidos en batalla, les obligó a acordar la rendición y a recibir todo el opio producido en India. En la segunda guerra del opio de 1856, se quintuplicaron las cantidades remitidas a ese país asiático. 50 años después cesaron las exportaciones de Gran Bretaña.

En India, se usaba la leche de Amapola (adormidera) para uso terapéutico como remedio contra la malaria, pero su comercio ilícito era altamente benéfico para pensar en el bienestar sanitario. El uso lúdico que le dieron los hindúes fue rápidamente anexado por los chinos, su prohibición hizo que la violencia fuera en aumento y la droga también, en 1870 habían entrado a China más de 7 millones de kilos de opio.

La firma para la paz entre China y Gran Bretaña sobre la Guerra de Opio incluyó: Apertura de los puertos de Cantón, Amoy, Shanghái y otros, el pago de 21 millones de libras, derechos aduaneros privilegiados para productos británicos, cesión a perpetuidad de la isla de Hong Kong al gobierno de la corona inglesa. Ese fue el costo por uno de los principales ejemplos sobre la ausencia de regulación y la inútil prohibición de sustancias hoy ilícitas.

Ya en una columna que intitulé Mariguana anacrónica, señalé el reto que hoy se presenta para México en términos de la pacificación urgente en su territorio nacional. Es decir, estamos rebasados globalmente en la regulación de sustancias tóxicas, mientras el mundo ha avanzado en producir, comercializar y cobrar impuestos, nosotros estuvimos aportando muertos y violencia para satisfacer oscuros intereses añejos.

Pensar en regular el opio producido para ayudar a las zonas más pobres del país, debe discutirse ya en el congreso mexicano. Aunque parezca excluyente, no se debe ceder ante el conservadurismo absurdo arcaico e ignorante de unos cuanto; eso sí, debe prohibirse, ya está demostrado que sus diques son monumentos a la hipocresía y doble moral.

La salud pública, no está a discusión, porque el número de fallecidos por la violencia que provoca el crimen organizado ha superado al millar los decesos que pudiera producir el consumo de mariguana o el opio.

Los consumidores actuales ya lo hacen sin regulación, se exponen a la extorsión policiaca, y a las zonas de alta peligrosidad de las urbes para conseguir sustancias de origen ilícito.

La política de drogas debe ser paulatina por sustancias y cantidades, integrar la industria farmacéutica, el monopolio del estado para controlar toda la cadena productiva hasta el consumidor final, el cobro de derechos y la lucha contra las adicciones.

Lo que se debe blindar son las fronteras de la entrada de armas y vehículos irregulares con los que se cometen delitos indiscriminadamente, de los que no hay registro oficial alguno; de México se exportan drogas y regresan toneladas de dinero ilícito.

Ya fueron más de 50 años de estar equivocados, el costo de no regular las drogas en México lo hemos pagado muy alto, la pacificación es una noble meta, pero no la única, es cuestión de gobernabilidad interna urgente.

                *Profesor de la Facultad de Derecho de la UNAM

Comparte en Redes Sociales