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Viviendo en otra realidad

Ricardo Alexander Márquez

Ricardo Alexander Márquez

Disonancias

Cuando empezó su administración, aun con un poco de preocupación, la gran mayoría de los mexicanos le dimos el beneficio de la duda al presidente López Obrador, pensando que, por lo menos, iba a hacer un trabajo suficientemente bueno para librar sus seis años de gobierno, tal y como lo hizo cuando estuvo a cargo de la Ciudad de México. Que sus posturas radicales eran más bien parte de un discurso de campaña y que al final moderaría sus acciones, al cabo, lo que estaba en juego era su legado.

Sorprendentemente, el mandatario se había quedado corto. Durante este año y medio en el poder, se ha encargado de destruir todo lo que más o menos funcionaba en México. El sistema de salud, las corporaciones de seguridad, la autonomía de los organismos constitucionales y, sobre todo, la economía. ¡Al diablo las instituciones!

Sin ninguna lógica, emprendió una cruzada contra la confianza de los empresarios e inversionistas, nacionales y extranjeros. Si bien la absurda cancelación del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, que iba a catapultar al país a nivel regional, se podía entender como un mensaje, el parar la construcción de la cervecera de Constellation Brands, en Baja California —con un avance de más del 70%—, le terminó de dar al traste a todo. Difícilmente, algún empresario, en sus cinco sentidos, va a pensar en invertir seriamente en nuestro país mientras López Obrador tenga las riendas. Haga lo que haga.

Y es que resulta preocupante la manera en que el Presidente está tomando decisiones y hacia dónde nos está llevando. Parece que vive en otra realidad. En una donde la gente está “feliz, feliz, feliz”. En la cual hay medicinas en los hospitales, dinero para todos, cero corrupción, son bien vistas sus consultas a mano alzada y los problemas son una ficción creada por unos genios malignos —a los que comúnmente se refiere como “los conservadores”— que se dedican a desestabilizar a su gobierno y a atentar contra su “calidad moral”.

En esa otra realidad es donde son válidos sus “otros datos”, en la cual es importante la rifa del avión presidencial —en la que no se rifa ningún avión—, las calificadoras crediticias toman en cuenta las cosas que les dice el mandatario para hacer sus análisis y todos están de acuerdo con ese 90% de honradez y 10% de capacidad. En la cual cuando el peso se aprecia es por sus buenos manejos, y cuando se deprecia, es por la situación internacional. En la que él determinó bajar el precio de la gasolina.

En la que la gente no se enferma de coronavirus por estampitas y México —y el mundo— no están por enfrentar una de las peores crisis de la última década.

En esa otra realidad, en la que vive el Presidente, México llega a buen puerto en 2024 cuando acabe su gobierno. La economía estará creciendo al 6%, los delincuentes ya dejaron de asesinar porque sus mamás se lo pidieron, su proyecto de gobierno ha sido un éxito en todos los sentidos y sus obras faraónicas de infraestructura no son elefantes blancos.

Todo indica que lo mejor a lo que podemos aspirar hoy en día es a que cuando acabe este sexenio, todavía existan cosas que se puedan rescatar y no tengamos que empezar desde el principio. Tal y como lo vaticinó el Presidente, la 4T sí va a marcar la historia de México, pero seguramente por razones muy distintas a las que él vislumbró.

 

*Maestro en Administración Pública por la Universidad de Harvard y profesor de Derecho Constitucional en la Universidad Panamericana.

Twitter: @ralexandermp

 

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