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El show de la 4T

Ricardo Alexander Márquez

Ricardo Alexander Márquez

Disonancias

Existen muchos críticos de la 4T. Que si el sistema de salud está colapsado. Que la cifra de homicidios nunca había sido mayor. Que la economía está hecha pedazos y tardará años en recuperarse. Incluso hay algunos que dicen que desde el gobierno nos coartan la libertad de expresión —como los del desplegado #EstoTieneQueParar—.

Sin embargo, ellos —neoliberales ridículos— no ven lo bueno que esta nueva administración nos ha traído: un espectáculo interminable que nos entretiene y nos ocupa, distrae de los problemas que nos estarían angustiando y nos deja temas de conversación con nuestros familiares y amigos. Antes platicábamos del clima con los desconocidos, ahora, de la nueva ocurrencia del gobierno federal.

Como saben los grandes productores de contenidos, atraer y mantener la atención no es tarea fácil. Para lograrlo, el presidente López Obrador y su equipo de mensaje e ideología —dentro de los que se encuentran John Ackerman, Epigmenio Ibarra y Jesús Ramírez Cuevas— se estuvieron preparando durante más de una década con episodios como el “voto por voto”, el plantón de Paseo de la Reforma de 2006 o el “gabinete alterno” durante el gobierno del villano —favorito— Felipe Calderón.

Con esa experiencia adquirida, no sorprende que las mejores temporadas del show de la 4T se hayan llevado a cabo desde que el movimiento llegó al poder. En la primera no sólo vimos las consultas populares que, aunque ya sabíamos el resultado, nos intrigaba conocer si terminarían en la cancelación del aeropuerto de Texcoco y de la cervecera en Baja California de Constellation Brands, sino también las justificaciones a las múltiples propiedades de Manuel Bartlett y de Irma Eréndira Sandoval y la autorización de la madre selva para construir el Tren Maya.

La segunda temporada tal vez ha sido la mejor. Primero, la rifa del avión presidencial nos llevó a imaginarnos volando en ese palacio alado como jeques árabes. Después, la extradición de Emilio Lozoya, desde España, nos hizo acordarnos del corrupto de Peña Nieto. Y, también, empezó lo que promete ser el juicio del siglo en contra de los malévolos expresidente para que sean juzgados por sus fechorías —incluso en contra del deseo del benévolo presidente López Obrador, quien sólo obedece al pueblo—.

La tercera temporada, que está por comenzar, promete mucho. Ya nos dijeron que, probablemente, haya una nueva rifa. En una de esas, el premio es la Estela de Luz que construyó Felipe Calderón. También, se conocerá el desenlace de la consulta para juzgar a los expresidentes. Tal vez se haga realidad lo que Paco Taibo II dijo hace algún tiempo en cuanto a que los “traidores” del pueblo serían fusilados en el Cerro de las Campanas. ¡Todo televisado! Seguramente vendrán sorpresas. Incluso pueden ser escándalos de los miembros de la 4T —como el de Pío López Obrador— pues, como dijo el mandatario, “son aves cuyo plumaje no se mancha por cruzar el pantano”. Es parte del mismo espectáculo.

Mientras los periodistas conservadores escriben sus columnas criticando al Presidente y a su gobierno, muchos agradecemos la distracción que nos ofrecen. Como en todo, existen prioridades y la realidad es que la pobreza, la seguridad o la salud de los mexicanos pueden esperar. Lo que no puede —podemos— esperar, es que comience la nueva temporada del show de la 4T.

 

*Maestro en Administración Pública por la Universidad de Harvard y profesor en la Universidad Panamericana.

 

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