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¿Dónde está la oposición?

Ricardo Alexander Márquez

Ricardo Alexander Márquez

Disonancias

La elección del 1º de julio de 2018 le dio al ahora presidente, Andrés Manuel López Obrador, una indiscutible victoria frente a sus contrincantes, sin embargo, no le otorgó un cheque en blanco durante seis años, aunque así ha parecido por la evidente falta de una visible oposición.

Fuera de personajes como Claudio X. González, Gustavo de Hoyos, Vicente Fox, Felipe Calderón, algunos miembros de partidos políticos, varios líderes de opinión y otros pocos más, la oposición, ese grupo de mexicanos que debería estar actuando como un serio contrapeso a las políticas y acciones de la administración federal, se percibe desorganizada y prácticamente inexistente.

El mandatario ha cooptado a los otros poderes, a organismos constitucionales autónomos, ha usado los recursos públicos a su antojo y ha promovido reformas legales que rayan en la inconstitucionalidad. Y mientras todo eso sucede, son pocas y débiles las voces que —de forma desorganizada y asimétrica—, desde sus trincheras, salen a criticar y tratar de aportar al debate público. Incluso muchos de los adversarios del Presidente, por miedo o interés, se han alineado.

¿Dónde están José Antonio Meade, Ricardo Anaya o el mismo Enrique Peña Nieto, quien pasivamente ve pasar frente a sus ojos la destrucción de su legado? Parece, como escribió María Amparo Casar, en su columna para Excélsior (Huérfanos de oposición), que “están noqueados, divididos y lamiéndose las heridas, en lugar de prepararse para la siguiente ronda”.

La marcha del domingo pasado en la Ciudad de México es una muestra de esa inconformidad con las políticas que está siguiendo el gobierno actual —sorprendentemente existen columnistas que llamaron a sus participantes “ciudadanos descarriados, muy descarriados”—, pero que no llega a concretarse y madurar. Incluso los medios la reprodujeron vagamente.

Los mexicanos tenemos muy mala memoria y el mandatario es un experto en fomentarla. Parece que ya se nos olvidó la caprichosa cancelación del aeropuerto de Texcoco, el desabasto de gasolina de enero, la explosión de Tlahuelilpan, la liberación del hijo de Joaquín El Chapo Guzmán, los 30 mil muertos y el crecimiento económico de 0 por ciento. Como si fueran temas de antaño y ajenos al gobierno federal, ya ni se habla de ellos.

¿De verdad queremos volver a esos tiempos donde no se cuestiona al Presidente y éste no escucha ni voltea a ver, no digamos negocia, con la oposición? El cual, sorpresivamente —pues durante más de una década lo fue—, abiertamente la tacha de conservadora y fifí.

Aunque duela, es el diálogo y los acuerdos con las diferentes fuerzas de la sociedad lo que genera el tan necesario desarrollo del país, que tanta falta hace.

Claramente, no estamos haciendo bien las cosas si frente a nuestros ojos vemos pasar la destrucción de las instituciones que tanto trabajo ha costado construir y ni siquiera lo podemos —o queremos— expresar. Donde palabras como desidia, miedo y timidez describen nuestra acomodada inconformidad.

Al Presidente le faltan cinco años en el cargo, y por eso es la responsabilidad de las demás fuerzas políticas, medios de comunicación, empresarios y sociedad civil, hablar, opinar, no dejarse someter. Organizarse para tener más eco. Al final de cuentas, es nuestro presente y nuestro futuro lo que está en juego.

           *Maestro en Administración Pública

           por la Universidad de Harvard
                y profesor de Derecho Constitucional
                en la Universidad Panamericana.

                Twitter: @ralexandermp

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