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La experiencia pospandemia en Wuhan

Raymundo Canales de la Fuente

Raymundo Canales de la Fuente

En noviembre de 2020, hace un par de meses, se publicó un artículo en la prestigiosa revista Nature, que cayó en mis manos por medio de un buen amigo, en el que se analiza la experiencia de un grupo de investigación que se dio a la tarea de efectuar pruebas masivas a toda la población en Wuhan, después de la epidemia.

Llevaron a cabo pruebas por PCR a los diez millones de habitantes y a quienes tenían el antecedente de haber padecido covid-19, les tomaron, además, un examen de anticuerpos. Por supuesto hubo un número bajo de personas que resultaron positivas mediante la prueba PCR, y a ese grupo se le practicó otro examen adicional mucho más complejo y caro, que consiste en el cultivo del virus para demostrar directamente tanto la presencia como la viabilidad del germen, es decir, no se trata de una prueba indirecta como la PCR que detecta algunas secuencias genéticas en la cadena de RNA que caracteriza al virus, sino que aislaron directamente el germen completo de las secreciones del paciente.

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Los resultados ciertamente sorprenden por varias razones, la primera es que en los casos positivos —que, por cierto, eran asintomáticos— no se pudo aislar el germen completo y al estudiar a sus contactos no se demostraron contagios.

Sorprende porque a la fecha existían evidencias en el sentido de que los asintomáticos tienen capacidad de contagiar la enfermedad, y de hecho los sistemas sanitarios siguen pensando y actuando como si eso fuera cierto, pero las evidencias de este trabajo lo desmienten.

El otro hallazgo que llama poderosamente la atención gira en torno a que se demostró que existe un grupo de personas que presenta prueba positiva PCR tiempo después de haber padecido la infección y en esos individuos tampoco se pudo demostrar que presentaran partículas virales potencialmente causantes de contagio.

También se estudiaron a sus contactos, hecho que resultó fácil porque toda la población estuvo incluida, y los resultados fueron similares, no hubo nadie que enfermara al contacto con esas personas, a pesar de ser positivas por PCR.

Las precauciones en aquella localidad siguen siendo en torno al uso generalizado del cubrebocas y el distanciamiento social, pero el asunto de las pruebas masivas queda seriamente en entredicho con los hallazgos descritos. Parece ser mucho más racional concentrar los esfuerzos diagnósticos en las personas asintomáticas y conservar las medidas de distanciamiento social, por supuesto hasta donde sea posible en función de la supervivencia de la población.

La baja prevalencia que ahora presenta aquella región la intentan explicar los investigadores planteando la hipótesis de que bajo el confinamiento un cierto número de las personas susceptibles estuvieron expuestas a bajas dosis del virus, de tal forma que cursaron asintomáticas y no transmitieron la infección.

Por supuesto, México no está en capacidad de regresar a un confinamiento, las consecuencias económicas del primero no están todavía lo suficientemente descritas, pero sospechamos que son catastróficas; entonces las únicas vías que nos restan en el arsenal son el uso de las mascarillas, el distanciamiento social y las esperadas vacunas, que ya se empezaron a aplicar.

 

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