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Bien y de buenas… Dr. Alcocer

Raymundo Canales de la Fuente

Raymundo Canales de la Fuente

En diversos medios de comunicación aparecen entrevistas y declaraciones de quien va a ocupar la oficina principal de la Secretaría de Salud, el doctor Jorge Alcocer. No voy a repetir su semblanza curricular, que habla por sí sola y no deja duda respecto a su capacidad como médico e investigador, sino hoy quiero subrayar la base conceptual del proyecto que enarbola.

Los conceptos mencionados por el galeno giran en torno al fortalecimiento de las instituciones públicas sanitarias, la creación de mecanismos que permitan el acceso universal a la salud gobernada por el Estado, así como la suficiencia presupuestal para otorgar tratamientos gratuitos.

En este espacio he abordado diversos aspectos de lo que parecía —en las últimas administraciones— una tendencia universal e irreversible en sentido contrario; es decir, hacia un deslinde por parte del gobierno respecto de la salud pública.

Me parecía irreversible, por la disminución sistemática del presupuesto en salud, el fomento y crecimiento de la medicina privada y de los sistemas de aseguramiento también privados.

Eso, además, coincide con fenómenos que están ocurriendo en diversos países occidentales, incluyendo algunos europeos que están descansando cada vez más responsabilidades sanitarias en los seguros privados, adquiridos, directamente, por las personas.

Francamente, me parecía alarmante porque, en el fondo, subyace una idea que no reconoce a la salud como un derecho humano, sino como una mercancía más en el mercado, necesaria, por supuesto, pero de la que tienen que hacerse responsables en lo individual los mexicanos.

Las ideas del próximo gobierno son en el sentido de rescatar, tanto la rectoría del Estado, respecto de la salud, así como el otorgamiento directo de la misma.

La solución que plantean para el rescate parece razonable y se basa en el ahorro financiero de los aspectos innecesarios, como la duplicidad de funciones y evitar la corrupción, sin embargo, el problema es más complejo.

Por un lado, el vertiginoso desarrollo tecnológico en medicina de las últimas décadas ha dado como resultado éxitos importantes en el tratamiento de enfermedades antes incurables, pero a costos elevadísimos, de forma tan importante que muchos sistemas sanitarios, incluyendo los de países desarrollados, no los pueden sufragar.

Por otro lado, es un hecho conocido que todos los sistemas públicos de atención médica tienden, de forma muy natural, a encarecer la atención, en vista de que ni el paciente ni los médicos tienen claramente a la vista los costos de cada hora/día/cama de alguien que permanece en el nosocomio, generándose una especie de “indolencia” para hacer más rápida y eficiente la atención de cada persona.

Por supuesto, se tendrán que diseñar mecanismos puntuales de vigilancia y fomento de calidad, calidez y eficiencia en la atención pública que permitan la consecución del objetivo programático.

Por el otro lado, a pesar de que la administración, claramente, desea arrancar con estos objetivos, en un futuro cercano tendrán que ponderar el papel que jugarán los actores privados, que el día de hoy tienen un peso específico mucho más importante.

En el panorama global, será francamente deseable que la Comisión Nacional de Bioética juegue un papel mucho más activo en todos los ámbitos del otorgamiento de salud, por razones obvias.

Esperanzador, sin duda, el mensaje en salud.

 

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