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Apoyo real a la lactancia materna

Raymundo Canales de la Fuente

Raymundo Canales de la Fuente

 

Hace un par de semanas vimos en prensa reportes de un evento en la Secretaría de Salud, enfocado, supuestamente, a favorecer la lactancia materna.

Lamentable fue la fotografía del evento porque en la mesa se encontraban exclusivamente hombres, a quienes habría que decirles que, por razones biológicas, las que lactan son las mujeres.

Pero al margen del significado discriminatorio, me parece que, en el fondo, los funcionarios del sexenio que termina estuvieron claramente a favor de la industria productora de sucedáneos de la leche materna, boicoteando entonces la lactancia materna.

Por desgracia para ellos, es un tema sin medias tintas: Apoyas la lactancia o no.

Mi afirmación deriva de las lamentables cifras que entregan del 14%, según cifras oficiales.

La identificación y convivencia del Estado con la industria en un escenario sin argumentos éticos contiene ese riesgo.

Apoyar y fortalecer la inversión extranjera es francamente deseable, genera empleos y puede ser un factor positivo en el desarrollo, pero, por supuesto, debemos ser cuidadosos respecto a sus consecuencias sociales, y este caso es muy claro, produce enfermedad y muerte.

Existen muchas pruebas científicas que demuestran efectos positivos de la lactancia materna en la salud de la mujer y una franca disminución de la muerte infantil entre los niños alimentados exclusivamente de su madre.

Las acciones gubernamentales que pueden favorecer la lactancia suceden en tres momentos: El primero es educación hacia niñas y adolescentes para que conozcan los argumentos; posteriormente, debe haber contenidos educativos en la consulta prenatal y, finalmente, en el momento del nacimiento, efectivamente el personal sanitario debe estar identificado con los objetivos.

Pero, adicionalmente, se les debe prohibir la entrada a los centros de nacimiento a los vendedores de fórmulas, quienes, con tal de cumplir con las metas de ventas, recurren a todo tipo de prácticas, legítimas o no.

Entran en contacto con todo el personal dentro de los hospitales, desde los jefes de cunas hasta el personal de limpieza que, eventualmente, les ayuda a distribuir sus “desinteresados regalos”, consistentes en biberones pletóricos de sus productos, esterilizados y listos para ser ofrecidos al recién nacido.

La prohibición que propongo es vigente, por ejemplo, en muchos estados de la Unión Americana; en cambio, de este lado del Bravo, les permitimos el acceso a hospitales públicos y privados.

Obviamente, el cambio requiere de una actitud diferente en las más altas esferas de la política nacional, considerando como principios rectores los derivados de una ética identificada con el beneficio hacia la mayor parte de la población.

Sin estos supuestos no habrá manera, no basta con cumplir estrictamente las normas.

 

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