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El Presidente en la Casa Blanca

Raúl Contreras Bustamante

Raúl Contreras Bustamante

Corolario

El presidente Andrés Manuel López Obrador por fin realizó su primer viaje internacional y decidió hacerlo a los Estados Unidos de Norteamérica, en uso de las facultades que le otorga el artículo 88 de nuestra Constitución que le permite ausentarse hasta por siete días del territorio nacional, debiendo sólo informar de manera previa a la Cámara de Senadores o a la Comisión Permanente, según sea el caso.

Los motivos oficiales de la reunión, entre otros asuntos, fueron conmemorar la reciente entrada en vigor del tratado entre México, Canadá y los Estados Unidos de América (T-MEC), platicar sobre la candidatura de México para la Dirección General de la Organización Mundial del Comercio, así como la cooperación entre los dos países para atender la pandemia de covid-19.

Debido a la inefable personalidad de Donald Trump, la visita generó muchas críticas y malos presagios que le recomendaban al mandatario mexicano se abstuviera de acudir a Washington; sin embargo, el encuentro puede calificarse como un éxito de la diplomacia entre ambas naciones.

La invitación para que el presidente López Obrador asistiera a la Casa Blanca provino de Trump; sin duda, obligado por el hecho de tratar de fortalecer su imagen dañada por el asesinato de George Floyd y la pésima forma de enfrentar la pandemia, a pocos meses de las elecciones en las que buscará resultar reelecto.

Para el jefe del Poder Ejecutivo federal esta convocatoria representaba un gran peligro político, pero al mismo tiempo una oportunidad muy importante.

Y es que Estados Unidos es —por mucho— el mayor socio estratégico de México, pues los estadunidenses representan para nosotros el mercado comercial más importante, ya que alrededor del 80% de las exportaciones mexicanas es destinada a ese mercado.

Además, según datos de la Oficina del Censo de Estados Unidos, debido a la guerra comercial con China, durante el primer trimestre del 2020 México se consolidó como el primer socio comercial de Estados Unidos y la participación conjunta representa el 15.3% en los flujos de sus importaciones y exportaciones. De esa trascendencia era la visita del Presidente. No es poca cosa, se trata de la economía más fuerte a nivel mundial.

Para el Presidente de la República la conmemoración de la entrada en vigor del T-MEC fue el pretexto para tratar de aprovechar el momento para consolidar los importantes efectos que el acuerdo comercial puede generar al país, en medio de una enorme crisis económica que se avecina, provocada por el covid-19, de efectos todavía incalculables.

Sólo la necesidad evidente que tiene Trump de ganar puntos que le permitan continuar al frente de esa nación puede explicar sus discursos cuidadosos y leídos, en los cuales trató al visitante de manera inusual, para sorpresa de los críticos.

El mensaje dado por el Presidente mexicano en la Casa Blanca fue también respetuoso y digno, aunque no dejó de invocar los “desencuentros” habidos en el pasado ni los “agravios que todavía no se olvidan”, pero señaló que es necesario que ambos países se abran al mundo y colaboren juntos como una región, pues detrás de ello está el bienestar de ambas poblaciones.

Es evidente que nuestros lazos culturales son incuestionables. Tan sólo en 2018, alrededor de 38.5 millones de personas residentes en Estados Unidos se reportaron de origen mexicano.

Ojalá que las cosas que se dijeron durante el encuentro en verdad sean el inicio de una nueva etapa de colaboración estratégica y no sólo un acto de campaña electoral.

Como Corolario, la frase de Henry Kissinger: “La diplomacia es el arte de refrenar el poder”.

 

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