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Brexit: separación e incertidumbre

Raúl Contreras Bustamante

Raúl Contreras Bustamante

Corolario

Después del fin de la Segunda Guerra Mundial y el establecimiento de un nuevo orden internacional, surgieron algunas organizaciones importantes para tratar de reordenar al mundo. Es el caso de la Organización de las Naciones Unidas y la Comunidad Económica Europea, que luego se transformó en la Unión Europea.

La idea de una Europa unida buscaba acabar con los frecuentes conflictos entre vecinos de aquel continente que habían llevado a las dos grandes guerras del siglo XX. En 1957 se firmó el Tratado de Roma, por el que se constituyó dicha CEE, bajo la intención inicial de crear un “mercado común”.

Se preparaba así el camino para el surgimiento de la concepción que luego fue llamada globalización. El término en general procuraba que las fronteras de los Estados se difuminaran de alguna manera para permitir un intercambio más libre de personas, mercancías y servicios.

El proceso de globalización —aunque gradual— terminó madurando en la conformación de la Unión Europea, un caso paradigmático acerca de los alcances de la cooperación y la compenetración internacional.

La Unión Europea es una asociación económica y política única en su género que estaba compuesta por 28 países hasta hace unos días, en que la abandonó la Gran Bretaña.

El Reino Unido formó parte de la Comunidad Económica Europea desde el año de 1973, pero mediante un referéndum popular celebrado en el año 2016 los británicos se pronunciaron por abandonar la Unión. Uno de los principales argumentos para salir fue que con ellos conseguirían recuperar el control sobre sus asuntos internos, y de manera particular, sobre el tema migratorio.

Y es que la pertenencia a la Unión Europea les implicaba la aceptación de cuatro libertades fundamentales: la libre circulación de trabajadores, mercancías, servicios y capitales.

Después de 3 años de fracasados intentos por parte del gobierno británico por mantenerse como parte de esta comunidad, con la llegada en 2019 del primer ministro Boris Johnson —de extracción conservadora extrema— se consolidó la propuesta separatista y hace unos días la bandera británica fue retirada de las sedes de las instituciones europeas.

Lo cierto es que la separación británica de la Unión Europea fue resultado de una votación que—exaltando ánimos nacionalistas— no sopesó las consecuencias de este acto. Así, una decisión de una mayoría muy reducida sumió a la isla en una de sus peores decisiones políticas y hoy su futuro económico es incierto.

A partir del 1º de febrero dio comienzo un proceso de transición que durará todo el 2020, tiempo durante el cual los demás miembros de la Unión y Reino Unido deberán negociar un nuevo acuerdo comercial que definirá sus relaciones.

Con la salida de Reino Unido no sólo pierden los británicos, pues este episodio es el más duro golpe que la Unión Europea ha sufrido desde su nacimiento, ya que pierde a su segunda economía más importante, que representa cerca del 15% de su PIB. Aunado a lo anterior, la Unión pierde también un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU.

Tal parece que una nueva era en la época de la globalización ha llegado. El carácter cíclico de la historia se hace presente: cierre de fronteras, protestas inusitadas por la migración, decisiones fundamentales sometidas a consenso social, líderes políticos exacerbando los nacionalismos y tensión militar en el globo.

Como Corolario, la frase del exprimer ministro británico, Winston Churchill: “Debes saber que si tenemos que elegir entre Europa y los mares abiertos, siempre elegiremos los mares abiertos”.

 

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