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70 años de la Declaración Universal de Derechos Humanos

Raúl Contreras Bustamante

Raúl Contreras Bustamante

Corolario

Una de las efemérides más importantes que se celebran este año es el nacimiento de la Declaración de Derechos Humanos que fue adoptada en el año de 1948, durante la tercera Asamblea General de las Naciones Unidas.

Durante esta semana que toca su fin, en la Facultad de Derecho de la UNAM tuvo lugar el Simposio Internacional Derechos Humanos: a 70 años de la Declaración Universal de Derechos Humanos, organizada entre la Comisión Nacional de Derechos Humanos, la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de Naciones Unidas y la máxima casa de estudios, a través de dicha institución.

En el simposio se reflexionó entorno a la importancia de los Derechos Humanos reconocidos en un documento —compuesto por 30 artículos— que buscaba presentar al mundo una carta que afirmara los valores defendidos y enarbolados, después de los horrores de la Segunda Guerra Mundial.

Gracias a ello, las actuales generaciones gozan del mayor número de libertades sobre las que jamás se haya tenido registro, sin embargo, otras tantas cosas no han logrado cambiar en estas siete décadas. En la actualidad, tales como la pobreza, la desigualdad y el abuso del poder siguen siendo grandes retos que la humanidad enfrenta.

Quedó expuesto que México enfrenta graves problemas en materia de derechos humanos. Esta misma semana, la Organización de las Naciones Unidas emitió 264 recomendaciones que deben ser atendidas y que demuestran nuestras debilidades, en temas torales como: desaparición forzada; crímenes contra periodistas y activistas por los derechos humanos; feminicidios; violencia de género; entre otros.

Los temas que tocan las recomendaciones generadas por el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas tienen un punto de encuentro, un común denominador: la impostergable obligación de abatir la impunidad.

Las cifras de personas desaparecidas en México ascienden a 39,499; en lo que va del año se ha asesinado a 13 periodistas —superando la cifra de 2017—; y los feminicidios suman 12,811 durante los últimos cinco años.

La actual administración termina con un doble fracaso en esta materia. Por una parte, el combate contra la inseguridad y violencia arroja cifras negativas demoledoras; y en materia de la política de respeto a los derechos humanos, con serias observaciones en contra de parte de los organismos internacionales.

El reto que heredará el nuevo gobierno es un país inmerso en la violencia, muerte e impunidad. La gran disyuntiva será pacificar al país, pero mediante procesos e instituciones que tengan la debida capacidad, para que esa labor trascendente se haga sin violentar la promoción y garantía de los derechos humanos.

Los derechos humanos, como meras declaraciones semánticas, resultan ser sólo un disfraz de la realidad. Su defensa y difusión son tarea primordial en un Estado de derecho, lo cual requiere un continuo y permanente esfuerzo.

La nueva administración tiene la oportunidad de rectificar el rumbo y edificar una política pública que en realidad vaya abonando para que México recupere la tranquilidad y paz que merece. Las medidas eficaces y en apariencia sencillas terminan por imposibilitar la toma de decisiones importantes.

Como Corolario la definición del célebre profesor florentino Luigi Ferrajoli: “Los derechos humanos son el corazón mismo de una constitución”.

 

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