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Soy optimista, pero…

Rafael Álvarez Cordero

Rafael Álvarez Cordero

Viejo, mi querido viejo

La democracia puede ser herida,

nunca será derrotada

Amanda Gorman

 

Soy optimista, siempre lo he sido, y este miércoles, al ver lo que ocurría en el Capitolio de Washington, el mismo recinto que días antes fue salvajemente invadido y saqueado por una turba enardecida, sentí alegría por la especie humana; sentí que como a lo largo de la historia, el caos no puede prevalecer, la mentira no puede sobrevivir y la humanidad le abre el camino a la inteligencia y la creación.

Soy optimista al escuchar a la joven poeta Amanda Gorman recitar su hermoso poema La colina que escalamos,  recordé una entrevista que le hizo el New York Times, donde dijo: “La poesía es la piedra angular a la que volvemos para recordar la historia”; es cierto, necesitamos hoy más que nunca de la poesía, del arte, de la ciencia y de la creatividad, todo el evento del miércoles, desde el discurso de Biden hasta la celebración nocturna, borraron la sombra nefasta de un Trump réprobo de la historia.

Soy optimista, pero no voy a pensar que todo será miel sobre hojuelas. La labor de Joe Biden será titánica para enfrentar y destruir esa montaña de odio que Trump creó entre los norteamericanos; sus primeras acciones hablan en la dirección correcta, pero serán los meses y años venideros los que certificarán sus logros; la presencia de un demócrata en la presidencia es un buen ejemplo para todo el mundo, México incluido.

Porque México tiene una vocación democrática y una larga historia de lucha para eliminar los maximatos y las dictaduras con leyes cada vez más claras, instituciones sólidas e independientes, pero no podemos ignorar las semejanzas que vemos entre la personalidad, las acciones, las mentiras y los abusos del presidente Trump y las del presidente López Obrador.

Con una tozudez inexplicable, Andrés Manuel siguió alabando a Trump, lo secundó cuando alegó fraude en las elecciones y cuando le cancelaron sus cuentas en Facebook, Instagram y Twitter, nunca felicitó a Joe Biden, quiere demandar a la DEA, limitar sus acciones en México y rechaza las quejas y demandas por sus violaciones a las leyes del T-MEC.

Soy optimista, pensé que la toma de posesión de Biden podría tener un efecto benéfico para nuestro país, pero hemos visto cómo, a pasos agigantados, Andrés Manuel se empeña en cooptar muchas de las instituciones de la República, a pesar de los reclamos de quienes vemos desaparecer la legalidad y la libertad de expresión; las conferencias matutinas en Palacio son como una ametralladora perpetua de ocurrencias, sandeces y fomento del odio entre los mexicanos, que rayan en la insania, para ocultar de los problemas del país: pobreza, inseguridad, enfermedad y muerte.

Y hoy, al final de enero, estamos en el peor momento de la pandemia de covid 19; en esta semana, al cumplirse un año de que murió el primer mexicano, lamentamos la muerte de 1,803 personas, ¡un ciudadano cada 48 segundos!, mientras que Andrés Manuel ha dicho más de 80 veces “ya estamos saliendo de la pandemia”, “ya se aplanó la curva” y “ya se domó”; la llamada estrategia de vacunación no tiene pies ni cabeza, los errores, equívocos y corrupción presagian un colapso total; pienso que Andrés Manuel, finalmente reconoció los errores de López-Gatell, que se evidencian plenamente en el libro de la doctora Laurie Ann Ximénez Fyvie, jefa del laboratorio de Genética Molecular de la UNAM, El daño irreparable, y decidió “permitir la compra y uso de vacunas a empresas y gobiernos”, para no ser el único responsable del peor fracaso sanitario del siglo, por supuesto, Andrés Manuel, macho mexicano, seguirá sin usar cubrebocas. 

Soy optimista, pero sé que sólo podremos salir de esta vorágine de pobreza, enfermedad y muerte si nos unimos para actuar con razón y con razones en las próximas elecciones de junio; lamentablemente muchos miembros de los partidos políticos siguen anclados en el pasado, no son capaces de razonar, siguen montados en sus atavismos y así no lograrán nada

Soy optimista, porque estoy seguro que los ciudadanos sí sabemos qué queremos, sí sabemos que una oposición inteligente y creativa puede reencontrar el camino de la democracia; sabemos que, como en los Estados Unidos, aquí hay muchos “odiadores”, pero somos muchos más los que amamos a México, y como en el país vecino, más pronto que tarde vamos a prevalecer.

Soy optimista, pero…

 

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