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Qué queremos

Rafael Álvarez Cordero

Rafael Álvarez Cordero

Viejo, mi querido viejo

— Permíteme disentir por varias razones: la primera: porque en aras de una palabra cabalística que repitió una y otra vez: neoliberalismo, lanzó diatribas sin cuento a todos los gobiernos anteriores, usó esa palabra “neoliberalismo” en forma peyorativa, porque como sabes, por liberalismo se supone que se trata de dar la libertad a los individuos con la mínima participación gubernamental, y satanizar a los gobiernos anteriores por ser “neoliberales” ni es cierto ni fue causa de lo que hoy vivimos.

— Pero no negarás la impunidad y la corrupción de los gobiernos anteriores, en especial el último.

— Por supuesto que no lo niego, y el combate a la impunidad, la corrupción y la inseguridad es la petición y demanda de todos los ciudadanos sin excepción, pero al considerar que “México está en ruinas”, el señor Presidente pasó por alto muchas de las buenas cosas que ahora tenemos: la Reforma Energética, la Reforma de Telecomunicaciones, ahora todos tienen telefonía e interne; la Reforma Financiera que hizo que la penetración del crédito tenga el máximo de su historia, el crédito que ha crecido a dos dígitos; los 4 millones de nuevos empleos formales, una reserva monetaria de más de 170 mil millones de dólares y el crédito de más de 70 mil millones que otorgó el FMI.; México es líder en exportación agrícola y la fabricación y exportación de autos sigue al alza, se captó inversión extranjera por más de 200 mil millones de dólares; la Reforma Energética atrajo, también, inversión extranjera y, finalmente, la inflación es una de las más bajas de la historia; no, amigo, hay que ser parejos al hacer un balance de lo que pasó en este sexenio.

— ¿Entonces tú eres defensor de Peña Nieto?

— Por supuesto que no, lo dije y lo repito; creo que junto con los logros de este sexenio, el más rotundo fracaso de su gestión fue el ignorar la realidad nacional, con inseguridad y violencia, y solapar a sus amigos que saquearon las arcas de la nación, tal vez no tuvo cara para hacerlo porque él también se corrompió.

— ¿Y qué otra cosa no te gustó?

— Que lo que vimos fue una apología del pasado ideal de Ortiz Mena, sin decir una palabra del futuro que necesita abordarse desde ahora: desarrollo científico, innovación industrial, nuevas formas de educación y preparación a los ciudadanos del mañana; porque cancelar la Reforma Educativa es un retroceso, recortar los fondos a las universidades es otro, así como limitar el financiamiento al turismo; y hubo algo más: borró en su discurso al Poder Judicial, ni una sola palabra dirigida a ellos ni un solo comentario, como si ese poder no existiera, y eso manda una señal muy negativa.

— Pero no negarás que la apoteosis del sábado en la tarde fue única.

— Cierto, porque en ese medio es donde el Presidente se siente más cómodo, todos los líderes populistas del mundo viven de apelar al pueblo; tú sabes historia, no me dejarás mentir, pero recuerda a Um berto Eco: “Apelar al pueblo significa construir una ficción, teniendo en cuenta que el pueblo como tal no existe; el populista es aquel que crea una imagen virtual del pueblo y de ese modo identifica sus proyectos con la voluntad del pueblo, y si tiene éxito, transforma en ese pueblo que ha inventado a la mayoría de los ciudadanos, fascinados por una imagen virtual con la que acaban identificándose”. Esa noción, del pueblo bueno, pasa por alto que en nuestro país, el pueblo bueno es básicamente ignorante, machista, discriminador, iluso y crédulo, y por eso es presa fácil del discurso mesiánico.

— Entonces repruebas lo que está ocurriendo.

— No, ni mucho menos; creo que nuestro país necesita un cambio, que vea hacia adelante, no hacia atrás; necesita reconocerse como parte del concierto internacional, ya no ser el México lindo y querido de “como México no hay dos”, pero para lograrlo urge que se disminuya la polarización que promovió por sexenios quien ahora es nuestro Presidente. Todos somos México, todos somos importantes, y quienes tenemos el privilegio de escribir nuestra verdad lo seguiremos haciendo y deseamos que alrededor del señor Presidente haya colaboradores valiosos y verdaderos, no lambiscones que, como Porfirio Muñoz Ledo, son capaces de llegar hasta la ignominia al elogiarlo en sus tuits.

— En esto estoy de acuerdo, amigo, todos queremos un México mejor, y todos debemos participar decididamente.

— Sí, y para lograr eso, es urgente que el Presidente y sus seguidores más agresivos moderen su discurso para amortiguar la división que creó durante años; no somos ni fifís ni chairos, somos mexicanos y así nos debemos tratar; si el Presidente logra eso, y si aprende a rectificar cuando se equivoca, como ya lo hizo en el asunto de su seguridad personal y en la función de los superdelegados, a México le irá bien; eso queremos.

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