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México, país sin ley (II)

Rafael Álvarez Cordero

Rafael Álvarez Cordero

Viejo, mi querido viejo

                “Si callas, tus hijos te lo reprocharán”

 

Cuando la semana pasada titulé mi colaboración México, país sin ley, algunos amigos me reprocharon que viera solamente los aspectos más sombríos y los errores más graves de esta administración, ya que México es un gran país.

Yo les dije que nuestro país es grande, que millones de hombres y mujeres a lo largo y ancho del territorio nacional trabajan bien, cumplen con sus responsabilidades y deberes, y han contribuido a que México sea lo que es, pero que lo que hemos visto y vivido en estos larguísimos meses de la nueva administración, a pesar de nuestro optimismo, hace ver que el presente es oscuro, pero el futuro es negro.

Y es que al inicio de la semana, en una de las cada vez más farragosas conferencias matutinas, el secretario de Seguridad Ciudadana hizo un larguísimo relato de todas las acciones que el gobierno emprende para disminuir la inseguridad y acabar con la violencia; orondo, señaló que “hay un punto de inflexión” en las cifras de delitos y que los mexicanos podemos estar seguros de que el problema se resolverá.

Y como maldición divina, ante la ausencia de un proyecto inteligente de Seguridad Nacional, en los días siguientes vimos con horror las escenas de sicarios matando soldados, soldados matando sicarios, y el colmo: un plan cuidadosamente (¿?) elaborado para atrapar al hijo de El Chapo Guzmán, jefe del Cártel de Sinaloa, desencadena en Culiacán un infierno, por lo que se decide liberar a Ovidio Guzmán; ni el señor Presidente ni el señor Durazo ni el gobernador de Sinaloa dicen nada, mienten reiteradamente hasta que una agencia extranjera confirma la claudicación del gobierno ante el Cártel de Sinaloa y la liberación de Ovidio Guzmán. Esto no es un asunto menor ni puede pasarse por alto; nuestro Código Penal Federal, en su artículo 150, precisa las penas que merece quien favorece la evasión de un delincuente, y el propio Presidente confiesa que él decidió y aceptó la liberación de Ovidio Guzmán.

Y lo que ha seguido es la confirmación de que no hay ley en México, hoy, Andrés Manuel López Obrador encabeza un estado fallido, y ahora aparece un “punto de inflexión” que, difícilmente, podrá superar porque “cedió la plaza” a la delincuencia, y a pesar de su risa sardónica al justificar sus decisiones, la gran popularidad que tiene está llegando a su “punto de inflexión” y lo veremos en poco tiempo.

México es un país sin ley y todos lo vemos: la única ley que cuenta es la del líder único, mesiánico y ocurrente que desprecia la razón, las razones, la ciencia, la educación y el sentido común y por eso no tiene empacho en destruir proyectos valiosos para el país e iniciar otros inviables y onerosos, violar la Constitución, atacar al Poder Judicial, despreciar a los empresarios, analistas y comunicadores, insultar al presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, al presidente del Instituto Nacional Electoral y a las instituciones independientes, contrapeso del Poder Ejecutivo; las leyes que ha aprobado, con la sevicia de sus seguidores en el Congreso: terrorismo fiscal, extinción de dominio, etcétera, confirman que en el país no hay ley, no hay seguridad, no hay ni siquiera percepción de lo que está ocurriendo; los acontecimientos de esta semana hicieron que unos legisladores exijan en el Congreso la renuncia del Presidente, algo que no ocurrirá, pero que muestran cómo día a día se percibe al gobierno como débil, incoherente, mentiroso e incapaz.

Y líneas arriba yo escribí la sentencia: “si te callas, tus hijos te lo reprocharán”, porque llama la atención el silencio ante lo que ocurre a todos los niveles: silencio de los partidos políticos, silencio de los legisladores frente a las leyes estúpidas y draconianas, silencio de los funcionarios ante los errores y aberraciones de sus jefes, silencio de los militares ante los desprecios del Presidente y su gabinete, silencio de los directores de muchos hospitales que saben de las carencias y no hablan, silencio, silencio, silencio; ¿hasta cuándo?

¿Usted calla, estimado lector? México es nuestro, no lo debemos olvidar.

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