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Lecciones de periodismo

Rafael Álvarez Cordero

Rafael Álvarez Cordero

Viejo, mi querido viejo

 

Para Lydia Cacho, por todo

 

Confieso que soy afortunado, desde hace 35 años las páginas de los diarios han sido el medio para expresar mi verdad sin concesiones; las enseñanzas que en su momento tuve de gigantes como Manuel Becerra Acosta y Huberto Batis marcaron para siempre mi quehacer periodístico; al escribir cada semana, tengo presentes los conceptos de Salvador Díaz Mirón a propósito de la poesía, que se valen para la labor periodística: “Tres heroísmos en conjunción: el heroísmo del pensamiento, el heroísmo del sentimiento y el heroísmo de la expresión”.

Amo a México como usted, estimado lector; al igual que usted he lamentado en los últimos años los problemas que sufre el país en toda su extensión; la pobreza, la inseguridad y la violencia, la falta de desarrollo económico y social y las carencias en educación y salud. Por eso, al iniciar este sexenio, a pesar de que no voté por el señor López Obrador, desde el principio lo reconocí como Presidente legítimo, y espero, como todos los mexicanos, que en aras de la democracia la vida de México cambie para bien.

Pero, lamentablemente, después de más de seis meses en el gobierno, veo que el señor Presidente sigue en campaña, que el tiempo pasa y que aún no se asume como primer mandatario, sino como el eterno combatiente, inventando enemigos presentes o pasados, echando la culpa de todo lo que vivimos a un pasado que condena una y otra vez hasta la aburrición; cierto que una técnica de un nuevo jefe es echar la culpa al pasado, pero como dice mi tía: “ya, chole”.

Y ahí lo tenemos, todas las mañanas, hablando consigo mismo, en el monólogo que me recuerda la magnífica actuación de Mario Iván Martínez en El diario de un loco, respondiendo con medias verdades que son medias mentiras, o con evasivas que también son mentirosas, como “yo tengo otros datos”, que nunca son exhibidos; además usa el privilegio del micrófono para atacar a diestra y siniestras a cualquier persona o agrupación que piensa diferente, y no sólo descalifica, sino que ofende y vitupera.

Y muchos lamentamos que su ofrecimiento de encarcelar a los ladrones de Pemex y del huachicol se haya olvidado, que viole la ley al hacer el 75 por ciento de las compras en forma directa, que haya emprendido una lucha contra el Poder Judicial, la Suprema Corte, las agencias autónomas, la Comisión Nacional de Derechos Humanos, la Comisión Reguladora de Energía, ahora contra el Coneval y hasta con el Fondo Monetario Internacional, y que junto con esto haya diezmado casi todas las secretarías de Estado, despidiendo a funcionarios eficientes, creando caos en Turismo, Medio Ambiente, Agricultura, etcétera y, por supuesto, en Salud, como ya he escrito aquí una y otra vez.

Y en los últimos días, sus baterías se dirigieron contra analistas, articulistas, editorialistas en prensa, radio o televisión, y no sólo nos ofende con calificativos calumniosos, dudando de nuestra integridad moral, sino también que nos ridiculiza y pretende darnos clases de periodismo.

“Ahora sí hay más periodismo de investigación”, dice, “porque pasó de noche el periodo neoliberal”; ¿y olvida a quienes trabajaron sin descanso y perdieron la salud y hasta la vida haciendo periodismo de verdad en los años pasados?; y en su ataque habló de la revista Proceso y dijo que “no se portó bien con nosotros”, lo que evidencia el lamentable concepto que tiene del periodismo; no, señor Presidente, ni Proceso ni nadie tienen el papel de “portarse bien”, sus “lecciones de periodismo” son una patética evidencia de su ceguera mental para aquilatar el valor del periodismo que le muestra realmente lo que está ocurriendo en el país.

Ahora entiendo por qué, después de una semana de aburridas y desgastantes conferencias en Palacio, viendo el Zócalo repleto de manifestantes, harto de todo, huye de la capital y viaja presuroso al interior de la República, en donde, rodeado de inocentes acarreados que lo vitorean, lo abrazan, lo besan y lo veneran, se siente en jauja, y ése es el bálsamo que necesita para regresar al podio allá en Palacio, lo que cada día soporta menos.

Y mientras, quienes vemos esa terca realidad que el señor Presidente niega una y otra vez, seguiremos escribiendo y denunciando la verdad, como lo hemos hecho siempre, por amor a México.

 

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