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Lecciones de democracia

Rafael Álvarez Cordero

Rafael Álvarez Cordero

Viejo, mi querido viejo

                Los males de la democracia

                pueden curarse con más democracia

                Alfred E. Smith

 

El mundo respira, el Tribunal Electoral de los Estados Unidos confirmó el triunfo de Joe Biden como próximo presidente, lo que avizora un cambio sustancial en la vida de ese país y sus relaciones internacionales; mientras como niño berrinchudo, Trump sigue insistiendo en que hubo fraude.

Donald Trump es un individuo digno de un siquiatra, de hecho 27 siquiatras encabezados por Robert J. Lifton y Judith Herman publicaron el libro El peligroso caso de Donald Trump, que evidencia sus rasgos sicopatológicos; asimismo, John Woodward publicó el libro Miedo, sobre el peligro de tener a un individuo mentalmente inestable en la Casa Blanca.

Trump fue problemático desde chico, lo corrieron de la escuela, tuvo conflictos al iniciar su carrera, quiso hacer negocios y fracasó seis veces lo que le costó miles de millones de dólares; sus empresas han tenido más de 1450 demandas legales, pero su carácter irascible amedrenta a los demás y sigue adelante, así llegó a la presidencia, tras insultar y gritar como carretonero a Hillary Clinton; su presidencia sólo se puede calificar como tormentosa: se peleó con China, con Rusia, con Irán y Afganistán, con la Unión Europea, con la Organización Mundial de Comercio, con la Organización Mundial de la Salud, con el Acuerdo Transpacífico, y con el Acuerdo de París del cambio climático.

Racista, misógino, agresor de mujeres, supremacista blanco, ha odiado y vituperado a los mexicanos, está en contra del tratado DACA para estudiantes, su ignorancia le hizo negar el covid y no usar cubrebocas, con consecuencias catastróficas para su país, y sus mentiras diarias suman más de tres mil, agrede a comentaristas y televisoras y, aún hoy, no se sabe cómo actuará el 20 de enero próximo.

Pero ya se fue.

He pensado qué fue lo que determinó la victoria de un discreto Joe Biden frente a un vociferante Trump, fue por un lado la Democracia, así con mayúsculas; con un sistema de justicia que prevaleció, a pesar de las amenazas de Trump y sus seguidores, y por otro lado, Joe Biden, quien supo conjuntar muy diversos grupos: blancos, negros, mujeres, latinos, sin casa, incluso miembros de distintas denominaciones religiosas, que a pesar de sus diferencias entre ellos se unieron para juntar los 8 millones más de votos que le dieron el triunfo.

De no conjuntarse estos dos factores Joe Biden nunca hubiera logrado sacar a Trump de la Casa Blanca.

Y eso es una gran lección para nosotros, porque estamos viviendo un momento crucial en la vida política del país en el que la falta de gobernabilidad, la ignorancia, la indolencia y la corrupción de las más altas esferas del gobierno, las violaciones a la Constitución y agresiones a los organismos independientes tienen por consecuencia que, a dos años de iniciado el sexenio, tengamos una economía en crisis, la pérdida de millones de puestos de trabajo, el cierre de miles de empresas grandes y pequeñas, el hambre creciente que coloca a casi la mitad de la población en la extrema pobreza, y encima, la peor crisis sanitaria de la historia con millones de infectados, cientos de miles de muertos, sin control y sin esperanza de alivio.

Ante este panorama, se alza en el horizonte un gigantesco proceso electoral, en el que están en juego las Cámaras legislativas, gubernaturas estatales, municipales y demás, y debido al predominio de Morena en las Cámaras, hay peligro de que las decisiones equívocas o ilegales continúen dañando a México y a la democracia.

Es por eso que, quienes amamos a México, sin partido o con el partido que sea, debemos unirnos como ciudadanos, liberarnos de fobias y filias y decidir sabiamente lo que es mejor para el país.

El Presidente piensa que no somos capaces de unirnos, y si acierta, el porvenir de México está cancelado; nosotros pensamos que sí es posible, y si allá en el norte pudieron con un enfermo mental agresor y agresivo, mentiroso, mitómano e ignorante, aquí podremos hacer otro tanto.

No es fácil, la tradición mexicana incluye la indiferencia y desprecio a las votaciones, la desconfianza en las elecciones y la abulia, pero es el momento de que el ciudadano de a pie, el que nunca ha votado, el que está justamente agraviado por el daño sufrido en su persona, su familia o su patrimonio, alce la voz y pueda cambiar a México; piénselo, estimado lector, está en juego el futuro del país.

Si pudieron con Trump…

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