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¡Hablan ellas!

Rafael Álvarez Cordero

Rafael Álvarez Cordero

Viejo, mi querido viejo

Mi querido viejo, la vida siempre tiene sorpresas, unas buenas, otras no, y algunas excelentes, como la que viví esta semana después de que apareció mi columna sobre las mujeres, titulada Ni con el pétalo de una rosa.

Debo decirte, con gran satisfacción, que la lista de viejos queridos que me escriben o me mandan mensajes por WhatsApp es muy grande. Pero en estos días, la cantidad de mensajes que recibí de las viejas queridas fue enorme.

Y es que ellas, jóvenes, viejas, activas, enfermas, se solidarizan con el proyecto de libertad y derechos para las mujeres, pues ya están hartas del machismo que ha prevalecido en nuestra sociedad, que no logra terminar.

Como tú sabes, querido viejo, el sometimiento de la mujer al hombre es ancestral, y por razones religiosas y sinrazones legalistas, así se aceptó por mucho tiempo en el país. Recuerda las admoniciones de los religiosos cuando se celebraban las bodas y cómo las palabras de La Epístola, de Melchor Ocampo, que pronunciaba el juez al formalizar una boda civil, eran un verdadero atentado a la libertad y dignidad de la mujer. Tú las recuerdas: “Que la mujer, cuyas principales dotes sexuales son la abnegación, la belleza, la compasión, la perspicacia y la ternura, debe dar y dará al marido, obediencia, agrado, asistencia, consuelo y consejo, tratándolo siempre con la veneración que se debe a la persona que nos apoya y defiende y con la delicadeza de quien no quiere exasperar la parte brusca, irritable y dura de él”.

Hoy, venturosamente, eso se acabó, pero no el machismo, por lo que todo lo que hagamos para acabar con esa práctica será bienvenido.

¿Por qué insistimos en esto, querido viejo?, porque parte de la violencia, la agresión cotidiana a la mujer, las violaciones, los asesinatos, las desapariciones de mujeres, nacen de la ignorancia y estupidez de quienes no consideran a la mujer como un ser humano con plenos derechos, y por eso el silencio, sea presidencial o de un ciudadano cualquiera, lo hace cómplice de las interminables agresiones hacia las mujeres.

Tienen razón las viejas queridas que escribieron, todos debemos alzar la voz, exigir no solamente que haya leyes, —porque ya hay muchas leyes—, sino también que se cumplan, que se detenga a los agresores y se les castigue, no se les deje en libertad en 15 minutos.

Las expresiones que recibí de amigas, parientes, grupos de mujeres en casas de retiro, escritoras, periodistas, etc., confirman lo dicho, “¡ya basta!”, ya basta de disimular lo que ocurre, basta de ocultar las cifras de delitos, basta de proteger a delincuentes, sean o no políticos; ellas hablan y hablan fuerte, porque su indignación les hace decidir nunca más votar por quienes son machistas o son protectores de machos.

*

Me dio gusto, también, en esta semana, recibir mensajes de queridos viejos que me confirman que ellos sí hablan con sus hijas y sus nietas y las alientan a que tengan una vida plena, libre de acoso, violencia o peligro. El cambio lo vamos a hacer todos nosotros y queremos apoyar las marchas y manifestaciones de la semana entrante, ¡pero no queremos vándalos y vándalas!, la manifestación debe ser pacífica, ordenada y positiva.

¡Vivan las mujeres!

Médico y escritor. Facebook: Rafael Álvarez Cordero

 

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