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“El pueblo está feliz, feliz, feliz”

Rafael Álvarez Cordero

Rafael Álvarez Cordero

Viejo, mi querido viejo

 

Desde el principio de su gobierno, el señor Presidente impactó a los medios de comunicación y a la población con sentencias, frases o palabras que quedan como testimonio de su visión del mundo, su proyecto de gobierno, sus filias y fobias.

La afirmación categórica: “Me canso ganso”, hace un remedo de Germán Valdés Tin Tan y señala que, pase lo que pase, su voluntad dictatorial será cumplida, y otra afirmación, que usa para no responder a cuestiones importantes o negar hechos evidentes, es “yo tengo otros datos”, que desautoriza a quien los presenta, engaña a la nación y anula cualquier aclaración válida.

Y por supuesto que los adjetivos que ha emitido en contra de cualquier individuo, organización, institución o grupo que cuestiona sus decisiones son innumerables, desde antes de la elección usó epítetos contra sus adversarios: no hay en la historia de México un individuo que haya utilizado de manera tan agresiva e insultante la palabra para atacar, ignorar o calumniar a sus enemigos, y ahora cada mañana afirma su poder absoluto; al paso de los meses, la lista de insultos aumenta, se han registrado más de cien adjetivos, epítetos y apodos que, si el señor Presidente las hubiera pronunciado en una cantina, seguramente habría encontrado a alguien que le parara el alto, lo desafiara y tal vez le diera una sonora bofetada o algo más, pero eso no ocurre, Andrés Manuel López Obrador ya es, desde ahora y para siempre, el rey del insulto.

Y en medio de esas cada vez más aburridas conferencias mañaneras, en las que en contra de todas las evidencias insiste en afirmar que vamos muy bien y a pesar de los problemas que surgen en todos lados afirma tener “otros datos”, en el colmo de la insensatez hace unos días dijo: “el pueblo está feliz, feliz, feliz, hay un ambiente de felicidad, el pueblo está muy contento, alegres, entonces, no hay mal humor social” e. incluso anticipó que en su informe de gobierno hablará de la felicidad del pueblo.

Como diría Ripley: “aunque usted no lo crea”, los que estaban en la conferencia se volteaban a ver incrédulos como preguntando, ¿de qué país está hablando?; revisaron las grabaciones y era cierto, el señor Presidente afirma que el pueblo está feliz, feliz, feliz.

¿Feliz, feliz, feliz, cada uno de los cientos de miles de deudos de los muertos y desaparecidos cuya vida se perdió por la inseguridad y la impunidad?, ¿felices las familias que buscan por todos lados a un ser querido que se perdió?, ¿felices quienes encontraron los restos calcinados de un hijo, un hermano, un esposo?, ¿felices las miles de mujeres atacadas, golpeadas, violadas sin que nadie haga nada?

¿Feliz, feliz, feliz, cada uno de los miles de comerciantes y empresarios que han sido asaltados, robados, extorsionados, secuestrados sin que el gobierno actúe?, ¿feliz el empresario que vio quemada y destruida su fuente de trabajo?, ¿feliz el comerciante que tuvo que cerrar su tienda para ya no recibir amenazas?

¿Feliz, feliz, feliz, cada uno de los miles de pacientes que no reciben sus medicamentos, que no son operados porque no hay insumos, que ven avanzar su enfermedad por la miseria en el sector salud?, ¿felices las madres que no pueden hacer el estudio neonatal a sus bebés?

¿Felices, felices, felices, los trabajadores y empleados que fueron cesados sin razón y sin razones y que no encuentran cómo llevar la comida a su hogar?

¿Feliz, feliz, feliz cada académico, investigador, profesor, artista, deportista, que vio truncada su vida por capricho gubernamental?, ¿feliz el campesino sin fertilizantes?, ¿felices los soldados agredidos por los narcos?, ¿feliz el pueblo de México sólo porque el señor Presidente lo dice?, es indignante que se burle de una manera tan bajuna de los problemas y vicisitudes del pueblo mexicano y los ofenda negando la realidad.

Pero, además, debemos reflexionar y evaluar el impacto que ese nefasto vocabulario de cantina tiene y tendrá en el clima social y en la educación, ¿usted, estimado lector, repetiría los insultos del señor Presidente en su casa?, ¿aceptaría que los profirieran sus hijos?

Y yo pregunto, ¿hacia dónde va México?

 

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