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El presidente de la salud

Rafael Álvarez Cordero

Rafael Álvarez Cordero

Viejo, mi querido viejo

Andrés Manuel: me llamó la atención tu afirmación esta semana (martes 16) cuando dijiste que te gustaría pasar a la historia como “el presidente de la salud”. Anhelo legítimo, por supuesto, pero creo que la señora historia relata la verdad y no “otros datos”; ¿qué dirá la historia del desmantelamiento del sistema de salud, incluidos los institutos nacionales? ¿qué dirá del desvalimiento de millones de mexicanos por la cancelación del Seguro Popular?, ¿qué escribirá la historia al relatar la muerte de cientos de miles de mexicanos por el absurdo manejo de la pandemia covid?, ¿qué dirá de los miles de enfermos y muertos por la falta de medicamentos para el cáncer infantil, cáncer de mama y otros?, ¿y de la corrupción rampante en el Insabi, los fraudes en la compra de equipos?; no, Andrés Manuel, creo que no pasarás a la historia como “el presidente de la salud”.

Pero tal vez quieras pasar a la historia como “el presidente de la economía”, ya que prometiste garantizar una economía sana, pero desde el primer día, y para tener un gobierno austero, austerizaste todo el sistema sin orden ni concierto. Doña historia relatará tus errores y omisiones en el manejo de los dineros, tanto que tu secretario de Hacienda renunció; la historia relatará que la caída del PIB ha sido la más grande desde los años 30 del siglo pasado, que, desde antes de la pandemia, millones de mexicanos quedaron sin trabajo, y que, desde el aislamiento por la covid, millones de comercios cerraron sus puertas y que los analistas nacionales y extranjeros señalan que, económicamente, México es un Estado fallido; no, Andrés Manuel, creo que no pasarás a la historia como el “presidente de la economía”.

¿Y qué tal si quieres ser, Andrés Manuel, el “presidente de la seguridad”?, porque ofreciste que los mexicanos contarían con seguridad en sus vidas y haciendas; pues la historia dará cuenta que desde el principio de tu mandato las cifras de asesinatos, robos, secuestros, desapariciones, entierros clandestinos y extorsiones son las más altas y dantescas, y que tu respuesta siempre ha sido ignorarlas y culpar al pasado; millones de deudos de los muertos por la violencia criminal nunca lo olvidarán. No, Andrés Manuel, tú no podrás ser el “presidente de la seguridad”.

Desde siempre, Andrés Manuel, has presumido de lo que llamas honestidad valiente, una y otra vez culpaste a los regímenes anteriores de falta de honestidad, y tal vez quieras que la historia te recuerde como el “presidente de la honestidad”; lo siento, pero la historia tiene otros datos, confirmados por los organismos de tu gobierno y los organismos autónomos, ya que la corrupción está en ti y en tus familiares, en tus amigos y compañeros del gabinete, en las compras sin licitación que violan todas las normas legales y éticas; lamentablemente, esa corrupción corroe tu gobierno de arriba hacia abajo, y, por lo que vemos, no tiene límites; no, Andrés Manuel, tú no podrás ser el “presidente de la honestidad”.

Tus sueños sobre la soberanía nacional, basada en la Comisión Federal de Electricidad y Pemex, te hicieron afirmar que el panorama de la energía iba a cambiar a México y que tal vez serías recordado como el “presidente de la energía”; pero la historia es terca y no entiende argumentos ni justificaciones, ya que hoy el consumo de energías sucias es cada vez mayor, el carbón y el petróleo siguen envenenando el ambiente, y ahora, como Venezuela, como Cuba, tenemos apagones todos los días y eso causa una crisis económica en todos los ámbitos; acusas a los sexenios pasados, a Texas, a los ventarrones, a la quema de pastizales, pero la realidad es que tu política energética es un fracaso y tendrá gravísimas consecuencias; no, Andrés Manuel, no serás el “presidente de la energía”.

La realidad, Andrés Manuel, es que has dilapidado la enorme confianza de la población, has traicionado a los mexicanos en todos los aspectos; nadie puede saber hoy cómo te recordará la historia, aunque nosotros sí lo sabemos —y tú, en el fondo, también—, por lo que simplemente buscaremos que las cosas cambien el 6 de junio cuando millones de mexicanos desencantados pongamos las cosas en su lugar.

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