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Cuando vayan mal las cosas

Rafael Álvarez Cordero

Rafael Álvarez Cordero

Viejo, mi querido viejo

Querido viejo: el tiempo sigue corriendo, llevamos más de la mitad del año encerrados debido a un invisible virus que ha dado la vuelta al mundo, el cual se mete en los pulmones de cientos de millones de seres humanos y bloquea severamente la indispensable oxigenación de la sangre que nos mantiene vivos, lo que ha dado, por consecuencia, que una cantidad inimaginable de personas pierdan la vida. 

No negarás que, a pesar de todo, tanto tú como tu familia han hecho todo lo posible por cumplir las indicaciones sanitarias para tratar de evitar contagiarse y evitar que otras personas se contagien, pero, tristemente, nos hemos dado cuenta de que como especie, los seres humanos somos ignorantes, indolentes y necios.

Ya viste a los miles de mexicanos aglomerados, y sin protección, que están reiniciando sus actividades de compra, comida, recreo etc. Como si nada, ya viste a miles de yanquis haciendo fiestas en las playas, y ves en todo momento a quienes se sienten “muy machos” o “muy mujeres” y se niegan a usar cubrebocas. Lástima, porque esto seguirá por más tiempo del que originalmente se pensó.

Te felicito por tu conciencia social y espero que recuerdes ese poema del inolvidable escritor Rudyard Kipling, el cual escuchábamos y repetíamos en la escuela: Cuando vayan mal las cosas como a veces suelen ir,/ cuando ofrezca tu camino sólo cuestas que subir,/ cuando tengas poco haber pero mucho que pagar,/ y precises sonreír aun teniendo que llorar,/ cuando ya el dolor te agobie y no puedas ya sufrir,/ descansar acaso debas, pero nunca desistir.

*

Así estamos, querido viejo, y es necesario, urgente, diría yo, que renueves en tu mente el optimismo por la vida, que no caigas en depresión ni hastío, porque hemos visto que este aislamiento tan prolongado está causando cada día más problemas emocionales y mentales.

Ánimo, y seguiremos adelante. Si tú sientes que te abruma el encierro, comunícate con los tuyos, escríbeles desde tu computadora, habla con ellos por teléfono o por Facetime, platica con tus vecinos, pide ayuda si quieres, pero sigue adelante.

Como hemos comentado en semanas anteriores, este encierro puede servir para que seamos mejores seres humanos, más comprensivos; para que tengamos solidaridad con los miles de mexicanos que han enfermado y con las familias que han perdido un ser querido y a quien ni siquiera pudieron acompañar en su lecho de muerte ni lo pudieron velar.

Yo creo que vale la pena que reflexionemos cuánta responsabilidad tenemos nosotros, como ciudadanos, al no cumplir con las indicaciones de las autoridades, y cuánta tienen las propias autoridades. 

La responsabilidad del gobierno es proteger la salud de sus ciudadanos y, en este caso, nos ha fallado de manera lamentable porque, de entrada, sabemos que México es el país que menos ha invertido de su Producto Interno Bruto para enfrentar la pandemia.

Después, los expertos de la Secretaría de Salud no le dieron importancia al inicio de la pandemia y luego, no han dejado de ofrecer “el fin de la pandemia” y la “curva aplanada” una y otra y otra vez y, sin embargo, hoy tenemos más enfermos y muertos que nunca.

Creo que en su momento, tanto el gobierno en general, como la Secretaría de Salud en particular, deberán responder por el manejo de esta pandemia, el cual ha sido desastroso por muchas razones y ha cobrado la vida de miles de mexicanos.

Pero tú, querido viejo, recuerda a Rudyard Kipling y sigue adelante. Esto acabará y lo celebraremos en su momento.

 

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