Crímenes en la salud
Rafael Álvarez Cordero
Ningún crimen tiene fundamentos razonables.
Tito Livio
La historia de la atención a la salud en México es larga, desde las prácticas prehispánicas, pasando por los primeros hospitales y asilos de La Colonia y la creación paulatina de centros hospitalarios. El Consejo Superior de Salubridad se creó en 1841, la Secretaría de Salud de la Ciudad de México en 1909 y en 1943 la Secretaría de Salubridad y Asistencia; poco después se creó el Instituto Mexicano del Seguro Social y en 1982, siendo secretario don Guillermo Soberón, la Secretaría de Salubridad y Asistencia cambió su nombre por el actual, Secretaría de Salud.
Señalo estos hitos en la historia de la salud de México porque tenemos tres años de que todo lo que se había logrado en atención a la enfermedad, creación de centros de excelencia médica y educativa, protección a la población asegurada por el ISSSTE y el IMSS, y la creación del Seguro Popular, que permitió dar cobertura para padecimientos que ocasionan gastos catastróficos a la población no derechohabiente; las periódicas campañas de vacunación, que merecieron el reconocimiento internacional, y el progreso constante en la educación y la investigación en los institutos nacionales de salud, que formaron a miles de médicos especialistas de la mejor calidad, todo esto desapareció desde hace tres años, en lo que no dudo en calificar como los crímenes en la salud.
Los textos legislativos definen al crimen como: “Delito muy grave, consistente en matar, herir o causar grandes daños a alguien”, y nuestra legislación considera que el delito puede ser doloso si se tuvo la intención de dañar, o culposo si quien lo cometió no tuvo esa intención, pero el resultado fue el daño.
Los crímenes de la salud surgieron desde que se seleccionó como secretario de Salud a Jorge Alcocer, un médico investigador, doctor en ciencias médicas e inmunólogo, totalmente ayuno de conocimientos de administración, pero amigo del señor Presidente. Lo ocurrido desde 2019 ha sido la destrucción total del sistema de salud sin razón y sin razones, la cancelación del Seguro Popular, que fue impugnada abiertamente por seis exsecretarios de Salud —con excepción de uno que renegó de su herencia científica—, y la creación de un monstruo llamado Insabi, que, en menos de dos años, dilapidó todo el dinero en medio de corruptelas y errores, por lo que recientemente desapareció.
Los crímenes en la salud continuaron con la tácita eliminación del Consejo General de Salubridad, con el paso de Cofepris a las órdenes del subsecretario, con la cancelación de la compra de medicamentos sustituida por una entelequia inútil, UNOPS, que aún hoy no puede abastecer medicamentos, y muchas otras decisiones y corruptelas más.
Crímenes en la salud fueron todas las decisiones que se tomaron, de Palacio para abajo, para enfrentar la pandemia covid-19; falta de pruebas, rechazo al cubrebocas, ocultamiento de cifras, desorden en la adquisición de vacunas, mentiras, mentiras y más mentiras diarias; más de medio millón de mexicanos muertos lo confirman.
Y, ahora, el señor Presidente decide invitar a médicos cubanos y aplicar a los niños la vacuna cubana Abdalá, que no tiene certificación; los cubanos que vienen no sólo son rehenes del gobierno cubano, sino que no tienen acreditación alguna; y el peligro de usar una vacuna no autorizada es muy grave; más de cuarenta sociedades, academias y colegios médicos denunciaron los hechos y la Academia Nacional de Medicina realizó una sesión extraordinaria para señalar a las autoridades el peligro que significa este atropello a las leyes y el posible daño a la salud de los mexicanos,
No podemos ignorar y menos olvidar los cientos de miles de vidas humanas perdidas, por políticas erróneas, verdaderos crímenes en la salud.
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