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Circo, maroma y teatro

Rafael Álvarez Cordero

Rafael Álvarez Cordero

Viejo, mi querido viejo

 

Por el respeto a la mujer… ¡siempre!

No podemos negar el atractivo que siempre ha tenido el circo, que para muchos de nosotros era la oportunidad de ver lo sorprendente, lo increíble, lo mágico y, por supuesto, lo jocoso; el Circo Atayde fue seguramente el lugar en el que conocimos a los elefantes, los trapecistas, los payasos y la extravagancia de una música estruendos y jovial.

Y para quien contemple a distancia lo que ha ocurrido en nuestro país a raíz de la instauración del nuevo gobierno, de seguro hará una comparación con el circo, que será válida por muchas razones.

Fue un verdadero circo lo que ocurrió después de las elecciones: júbilo, manifestaciones de apoyo, ofertas delirantes e imposible de cumplir, mentiras, muchas mentiras que alentaron la esperanza de un cambio real en un país; promesas, amenazas, nombramientos buenos, malos y peores, circo, puro circo.

Pero las declaraciones que escuchamos después comenzaron a alertar a quienes deseamos un México mejor, porque al ignorar las reglas elementales de la economía y cancelar sin razón y sin razones un proyecto que convertiría a México en un referente mundial en comercio y turismo, se debilitó nuestra esperanza y nos dimos cuenta que había llegado un individuo que quería cambiar todo, destruyendo lo que México ha construido a lo largo de los años.

Y repitiendo hasta el cansancio la cantaleta de que luchaba contra la corrupción, (cosa que todos deseábamos), como un cirujano que, frente a un enfermo de apendicitis, en lugar de usar un bisturí usa una temible hacha, se dedicó día y noche a destruir los presupuestos y cancelar las actividades de todos los elementos del gobierno; su  “austeridad republicana” ha sido un verdadero circo de locura, en donde funcionarios tontos, ineptos o interesados destruyeron servicios importantes: estancias infantiles, estancias para mujeres agredidas, cortaron los fondos para ciencia, cultura, investigación, arte, y hasta para deporte; no hubo una sola instancia del gobierno libre de tales destrozos.

Como cirqueros, esos funcionarios despidieron a miles de trabajadores y empleados de todas las áreas, los trataron como delincuentes, cancelaron sus jubilaciones y sólo emplearon a los más mediocres que ellos; las maromas que han hecho los funcionarios de salud, del secretario para abajo, para justificar el “austericidio” consecuencia de las carencias en clínicas, hospitales e institutos, la ausencia de medicamentos vitales para los recién nacidos o enfermos de VIH o problemas sicológicos, son históricas y las recordaremos siempre.

Pero el dueño del circo ha tenido el papel principal porque decidió que toda la vida nacional, toda la información, todas las decisiones, salgan únicamente de su boca, y tiene pendiente a todo el mundo a las seis de la mañana para saber qué decidió, a quién va a agredir, ofender o calumniar, qué ofrecerá, qué prohibirá; no ha encarcelado a los peores delincuentes, no ha establecido un combate razonable contra la violencia, no ha disminuido la impunidad, pero sonriente evade responsabilidades y reparte culpas como repartir flores.

Parte muy importante de la maroma y teatro de cada mañana son dos afirmaciones que lo pintan de cuerpo entero: al decir “me canso, ganso”, confirma su vocación autoritaria y dictatorial que no acepta argumentos, y al negar las evidencias de errores y omisiones, su dicho “yo tengo otros datos”, confirma que la mentira es la base de su actuación.

Y con siniestra habilidad el dueño del micrófono matutino hace teatro, teatro del absurdo al distraer a los mexicanos con acusaciones con y sin fundamento al ofrecer justicia “a modo” para que unos delincuentes sean encarcelados mientras que otros gzan de total libertad; circo, maroma y teatro digno de Ionesco.

México no tiene vocación de circo, México es un país grande, productivo y digno; no merece estar pendiente de un hilo cada mañana para escuchar la entrecortada conferencia con verdades, mentiras, falacias y simples ocurrencias; no queremos más circo, maroma y teatro.

 

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