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Los tiempos del Señor

Pascal Beltrán del Río

Pascal Beltrán del Río

Bitácora del director

“El que se mueve no sale en la foto”, solía decir Fidel Velázquez, quien encabezó la Confederación de Trabajadores de México durante casi medio siglo y, en esa condición, fue testigo privilegiado de ocho sucesiones presidenciales, entre 1952 y 1994. 

 Eso significaba que todo aquel que aspirara a la Presidencia, dentro del sistema político encabezado entonces por el PRI –aunque hoy eso sea difícil de creer–, tenía que aguardar disciplinadamente la decisión que tomara el mandatario en turno respecto de quien debía convertirse en su sucesor. 

 El domingo pasado, en Toluca, el secretario de Gobernación, Adán Augusto López –con su doble cachucha, de aspirante presidencial y árbitro del proceso sucesorio de Andrés Manuel López Obrador–, se aventó una frase que, igual que aquélla de Velázquez, sintetiza las reglas del juego para designar al candidato del oficialismo. 

 “Les agradezco mucho las muestras de afecto, de cariño”, dijo el del nombre bíblico a los acarreados que le gritaban: “¡Pre-si-dente!”, en presencia de las demás corcholatas, o sea, de Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard. “Pero les digo algo”, continuó. “Ni antes ni después, los tiempos del Señor son perfectos”. 

De haber sido una referencia religiosa, tendría que crujir la prosapia juarista que dice contener la autodenominada Cuarta Transformación. Pero quizás El Dos –como se le conoce en clave– no se refería a Yahvé, sino a su notorio paisano. A menos, claro, de que crea que Dios está pendiente de la grilla en Morena. 

En esos asuntos terrenales, quien fija los tiempos, obvio, es el presidente López Obrador. E igual de obvio es que los apóstoles reunidos el domingo en Toluca –menos uno, al que el resto ve como Judas– no tienen la menor intención de contravenirlos. Fue él quien mandató que designarás al candidato mediante una encuesta y sanseacabó. 

Como oficialmente tiene licencia en Morena –no vaya usted a pensar que sigue como militante activo mientras despacha en Palacio Nacional–, el Ejecutivo requiere de un profeta que la haga de relojero. 

 Para esto está Mario Delgado, quien dijo que la convocatoria para los aspirantes a la candidatura se publicará en junio del año entrante; luego, vendrá una primera encuesta en agosto, “para sacar dos o tres finalistas”, y, para terminar, una encuesta definitiva, en septiembre u octubre. 

 Antes, el Señor había ordenado –ahí sí directamente, hablando desde lo alto– que las corcholatas tendrán que seguir trabajando a su lado 16 horas al día y que, del tiempo que les quede libre, si les es posible, hagan campaña. 

Palabra del Señor. 

 El problema será acomodar esas ocho horas restantes. Habrá que guardar algunas para dormir. Y tener cuidado de que las que sí se destinen a dejarse querer por la cargada –“¡pre-si-denta!, ¡pre-si-dente!”– no sirvan a la seducción del ángel caído, el patas de cabra, il diavolo Lorenzo Córdova Vianello y su legión demoniaca del INE, siempre dispuesta a torturarlos con la maldita ley electoral. 

Los tiempos del Señor, como el juego de las estatuas de Fidel Velázquez, son infalibles. Y, también, una muy entretenida puesta en escena, perfecta para hacer olvidar al común de los mortales que frente a él cabalgan los cuatro jinetes del Apocalipsis: violencia criminal, inflación galopante, estancamiento económico y devastación ambiental. 

 BUSCAPIÉS 

 * Pese a que ya tiene en su buchaca 22 de las 32 gubernaturas, el oficialismo insiste en reformar la legislación electoral, dizque para que “ya no haya fraudes electorales”. Pero en un municipio del sureste –Jesús Carranza, Veracruz– se asoma un poderoso desmentido a esa excusa: el encarcelamiento de Pasiano Rueda, alcalde electo de esa demarcación. 

* Si el respeto de la voluntad popular fuera tan importante para la llamada 4T, Rueda no habría tenido que hacer campaña desde la cárcel –donde se encuentra, por una ridícula acusación de intento de homicidio– ni seguiría en prisión a dos semanas de la toma de posesión. Cuando sirve a la causa, ese tipo de triquiñuelas hasta se justifican. 

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