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Compló en el Metro

Pascal Beltrán del Río

Pascal Beltrán del Río

Bitácora del director

 

 

Por la supuesta ocurrencia de “episodios fuera de lo normal”, la jefa de Gobierno capitalina, Claudia Sheinbaum, anunció la mañana de ayer que más de seis mil elementos de la Guardia Nacional comenzarían a vigilar las instalaciones del Metro, cosa que ocurrió horas después.

La insinuación es que los problemas recientes que se han presentado en ese sistema de transporte –entre ellos, el alcance entre trenes del sábado pasado, que dejó una persona fallecida y un centenar de lesionados– son producto de sabotajes.

De esa manera, ella pasó de responsable política del estado desastroso en que se encuentra el Metro –que ha tenido un número mayor de incidentes en los últimos tres años que en toda su historia anterior– a garante de la seguridad de los usuarios. Nada mal para sus aspiraciones presidenciales.

El problema es que el Metro no tiene conflictos de seguridad pública, algo que la Guardia Nacional podría contribuir a remediar, sino de seguridad operativa. Y eso sólo se resuelve con mayor presupuesto y, quizá también, mayor pericia técnica por parte de sus administradores.

Si los problemas en el Metro han sido provocados, la funcionaria estaría obligada a presentar denuncias. En todo caso, los guardias nacionales no tienen conocimientos para prevenirlos o investigarlos. Y lo más seguro es que terminen paseándose por los pasillos de las estaciones y los talleres sin entender más que cualquier otra persona no experta.

¿Acaso no habrá tareas más urgentes que deba estar haciendo esa fuerza pública militarizada? ¿No hará más falta –me pregunto yo– en Michoacán, Zacatecas, Baja California, Chihuahua, Jalisco, Guanajuato o San Luis Potosí? Por cierto, en ese último estado, guardias nacionales acaban de ser emboscados y los criminales hasta pusieron precio a sus cabezas.

Esto no es más que la grilla de la que tanto se queja el Presidente, cuya autorización fue necesaria para este despliegue. La idea es muy sencilla (además de costosa): sacar a Sheinbaum de la lumbre y echarle la culpa a alguien más.

El problema es que sin mayor inversión en el Metro –que está operando con una tercera parte de sus trenes parados por averías y un subsidio que alcanza cada vez menos–, los problemas van a continuar y la Guardia Nacional nada podrá hacer al respecto.

Basta viajar cualquier día para constatar el estado deplorable de sus instalaciones, así como lo deficiente del servicio. No es como si fuera un sistema de trasporte público inmaculado y eficientísimo al que constantemente está afectando algún malhora, con el único propósito de dañar a la jefa de Gobierno.

El Metro funciona a menudo de milagro y eso es por la dedicación de sus trabajadores, que hacen mucho con poco. Por ello es profundamente insultante que los acusen de saboteadores sólo para salvar la imagen de Sheinbaum.

“Estamos muy afligidos por esos señalamientos”, me dijo ayer Fernando Espino, el dirigente sindical del Metro. En entrevista para Imagen Radio, propuso al gobierno capitalino sentarse a revisar las finanzas del organismo.

“Lo que necesitamos son refacciones”, urgió Espino, quien afirmó que es impensable que los trabajadores realicen sabotajes en instalaciones que ellos usan.

Pero aquí, ya lo sabemos, el oficialismo nunca da su brazo a torcer. Nos quiere hacer creer que detrás de cualquier problema siempre está la culpa de gobiernos anteriores o una conspiración para afectarlo.

En este caso, lo primero es imposible de argumentar pues, salvo algunas altas y bajas, el mismo grupo político que gobierna hoy el país es el que ha mandado en la capital de forma continua desde 1997. Entonces lo que queda es el compló, un plan urdido desde la sombra por los “adversarios conservadores”.

Y ha vuelto a ocurrir lo de siempre cuando no saben qué hacer con los problemas, tanto los heredados como los que ellos mismos han creado: echarle la papa caliente a los militares.

 

 

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