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Las vidas del PRI

Pascal Beltrán del Río

Pascal Beltrán del Río

Bitácora del director

Al Partido Revolucionario Institucional, como a Melquiades Estrada, lo han enterrado varias veces.

Pero este viejo, que ya casi alcanza las nueve décadas de haber sido fundado, se las arregla para salir de la tumba y sacudirse el polvo mientras sonríe presumiendo su diente de oro.

Al tricolor lo declararon muerto después de 1988 y hasta los propios priistas creyeron en su muerte porque ya hasta le andaban cambiando el nombre para que fuera el Partido de la Solidaridad.

Luego lo mataron en la opinión pública en 1997, cuando perdió el control político de la Cámara de Diputados y la capital del país, y, peor aún, la Presidencia de la República tres años después.

Atrincherado en los estados, el anciano partido se las arregló para sobrevivir. Incluso los propios priistas que uno entrevistaba entre 2003 y 2009 decían que más valía ser uno de los gobernadores que el Presidente, porque aquéllos tenían más poder… y más dinero.

El truco de la supervivencia del PRI, yo creo, ha sido lograr que los demás partidos quieran ser como él. Y ya sea porque lo son o porque parece que lo son, el partido de la Revolución se ha salido con la suya.

Hasta ahora, al menos.

Hoy vuelven a declarar muerto al PRI. Lo curioso es que, esta vez, sin haber sufrido una nueva estocada aparentemente mortal. Sólo es algo que anda en el aire, un tufo a muerto que casi todos huelen… menos los priistas.

Pero en el PRI no hay trancazos entre los aspirantes presidenciales, como sucede en el PAN, ni sus militantes corren en bufalada hacia Morena, como sucede en el PRD. El PRI es básicamente el mismo: un muerto en vida que sigue andando.

Ayer publicamos en este diario una encuesta de BGC-Excélsior sobre la percepción que la ciudadanía tiene de los cuatro principales partidos políticos.

En ella, el PRI aparece como el más corrupto. Así lo juzga 67% de los encuestados. ¿Le sorprende? A mí no. Yo desde que era niño –y mi memoria política se remonta al sexenio de Luis Echeverría– he escuchado decir que el PRI tiene el monopolio de la corrupción.

Sin embargo, hay una respuesta que sí me sorprende y mucho. Pidieron a los encuestados que dijeran si estaban de acuerdo o en desacuerdo con la siguiente frase: “El PRI está en picada y no va a ganar la elección presidencial (de 2018)”.

El resultado es casi un empate, pues 45% respondió que coincidía con la afirmación mientras 43% dijo que no coincidía con ella.

Al leer esto, me acordé de una vez que fui a la sede nacional del PRI en 2002 a entrevistar a la entonces dirigente Dulce María Sauri.

Antes de la entrevista, pasé al sanitario. No había papel de baño. Relaté mi observación a la política yucateca, quien me confesó que el partido no tenía dinero.

—¿Ni para papel de baño? –pregunté–.

—¿Qué te digo? Ni para eso.

“De ésta no se levantan”, murmuré mientras cruzaba Insurgentes Norte, de vuelta a mi auto. “El PRI tendrá la misma suerte de los partidos autoritarios de Europa del Este”, creí.

El resto es historia. Ni siquiera cambió el absurdo nombre del partido y éste volvió a Los Pinos.

¿Hoy alguien querrá apostar su casa a que el PRI no vuelve a ganar? Yo no.

Buscapiés

Hace más de un lustro que este diario ha dado cuenta de las investigaciones, en Italia y en México, sobre las relaciones entre la mafia de allá y los cárteles de acá. A nadie debiera sorprender que hayan detenido en Tamaulipas al fugitivo italiano Giulio Perrone. Lo que hay que preguntar es cómo entró y vivió en el país una década antes de ser localizado y detenido.

Hoy comienzan las audiencias del Senado de la República con los 29 ciudadanos que buscan convertirse en el primer fiscal anticorrupción del país. Es muy fácil descalificar el proceso que lleva a cabo la Cámara alta para nombrarlo –y de pasada a quien vaya a resultar elegido–, pero eso sirve de poco: lo verdaderamente útil es involucrarse en él. Por eso he querido dar voz en la radio a todos los aspirantes. Usted los puede escuchar, uno al día, en la Primera Emisión de Imagen.

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