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Liminalidad

Paola Domínguez Boullosa

Paola Domínguez Boullosa

La coach

 

El único límite para nuestra comprensión del

mañana serán nuestras dudas del presente.        

Franklin D. Roosevelt

 

Liminalidad o liminaridad proviene del latín limes “limite” o “frontera”. Se le ha llegado a referir también como umbral o como periodo de transición. Este término es una noción que desarrolló el sociólogo Arnold Van Gennep en 1960 y retomada posteriormente por el antropólogo cultural Victor Turner. El término alude al estado de apertura y ambigüedad que caracteriza a la fase intermedia de un tiempo-espacio tripartito (fase preliminar, fase intermedia, o liminal, y fase posliminal, o posterior). En palabras simples, es cuando no se está ni en un sitio ni en otro (puede ser físico o mental); es estar en un umbral, entre algo que se ha ido y lo que está por llegar; es, exactamente, un estado intermedio, una etapa de transición y potencialidad en la vida.    

Básicamente, se relaciona con los eventos que marcan social o individualmente un antes y un después… la adolescencia, la madurez, las enfermedades, la muerte, los cambios sociales, políticos o económicos, entre otros. Tiene tres características: la ambigüedad, la invisibilidad estructural y la carencia. La ambigüedad tiene que ver con la ausencia de atributos tanto del tiempo pasado como el venidero. La invisibilidad, dice Turner que es cuando decidimos ver sólo lo que queremos ver, y lo que esperamos ver no es otra cosa que aquello para lo que estamos condicionados según nuestros aprendizajes, creencias y experiencias. La carencia, se refiere a todos aquellos factores que surgen y dejan de distinguirnos dentro de una sociedad.

La liminalidad es ese espacio en el que dejamos de estar o de sentirnos incluidos o parte de algo, es ese impass social o personal, esa situación en la que no somos o no estamos o simplemente no hay un nombre de algún grupo social aceptado que nos describa. Es esa ambigüedad que todos hemos vivido de la infancia a la adultez, de la soltería al matrimonio o de la eterna soltería, de la salud a la enfermedad, de una preferencia sexual a otra, de la vida a la muerte o también esto que ahora vivimos… este tiempo de pandemia o de sindemia. Este tiempo que parece un tiempo muerto, un antes esperando un después, un después incierto, un intermedio en la vida de todos, un espacio sin nombre, un tiempo en el que estamos a veces sin estar porque nuestra mente decide, con más empeño que nunca, evadirse, pensar en el antes o en visualizar el después.

Así vivimos, en este espacio-tiempo que muchas veces se siente como un preludio. Lo bueno es que esto señala el principio de algo nuevo para todos, un paso obligado, un tiempo de transición necesario para seguir adelante. Lo malo será insistir en no cambiar. La vida es cambio y este cambio es y será más brusco, más fuerte, más necio, imposible de pronosticar, pero absolutamente necesario.

Hacia dónde vamos, con exactitud no lo sabe nadie. Lo que sí puedo asegurarle es que somos dueños de esa elección y de ese destino. Cada uno de nosotros elige en qué pone su energía, su inteligencia, su creatividad, sus ganas de vivir y, sobre todo, en cómo quiere que sea su vida a partir de ahora. Habrá quienes vuelvan a lo de antes y habrá otros que decidamos algo diferente. La clave quizá se encuentre en la coherencia, en quiénes somos, a dónde vamos y qué podría ser mejor de forma individual y colectiva.

Creo profundamente que necesitamos un cambio estructural, de base, de principios, de valores, de humanidad, de libertad, de igualdad y de justicia. Necesitamos ser mucho más sensibles e incluyentes. La realidad nos marca la pauta todos los días, salir de esta situación implica y seguirá implicando una renuncia al egocentrismo, a la falsedad, y al cúmulo de tantas creencias limitantes.

Aprovechemos este espacio de liminalidad para buscar soluciones y darle un sentido a esta transición. El cambio es necesario y ya está aquí, es nuestra responsabilidad, nuestro derecho y nuestro deber porque de ello depende seguir buscando nuestra felicidad.

Como siempre, usted elige.

¡Felices liminalidades, felices vidas!

 

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