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Ecuanimidad

Paola Domínguez Boullosa

Paola Domínguez Boullosa

La coach

 

 

Nada debe turbar la ecuanimidad del ánimo;

hasta nuestra pasión, hasta nuestros arrebatos,
deben ser medidos y ponderados.

Francisco Ayala

 

 

 

Quizá lo más complejo de administrar en la vida sean nuestras emociones, porque surgen sin que a veces siquiera podamos comprenderlas, quizá, aun comprendiéndolas, nos rehusamos a aceptarlas, y quizá también porque, aceptándolas, no somos capaces de controlarlas y, aunque las controlásemos, ni siquiera dejaríamos de sentirlas… e incluso con más fuerza.

Lo cierto es que las emociones son absolutamente idóneas para modificarnos a nosotros mismos y para distorsionar la realidad, de ahí la consecuencia lógica de que las decisiones y elecciones que se tomen sean las equivocadas. Aun así y reconociendo el poder que tienen en nuestra vida, algunos insisten reiteradamente en negarlas, en no asumirlas, en denigrarlas y, peor aún, en seguir adelante sin ningún autocontrol, así, irracionales, trastocados, altaneros, necios e inflexibles y, por encima de todo, justificándose con ironía apelando y excusándose en las circunstancias.

Cuando la única circunstancia admisible es que han dejado de lado la reflexión, el análisis y la intención de comprenderse a sí mismos. Han perdido la ecuanimidad. Ecuanimidad significa, según la Real Academia de la Lengua Española, igualdad y constancia de ánimo e imparcialidad de juicio.

Y sucede, lo vivimos todos los días, en la falta de ecuanimidad en las decisiones que nos involucran a todos, en la innegable negligencia de quienes nos gobiernan o pretenden liderarnos, y en la arraigada costumbre de algunas personas de mentirse a sí mismos, en su imperturbable actitud de negación, sus exabruptos innecesarios y sus respuestas siempre aventuradas.

Hemos llegado a un punto de desfase, donde la mayoría no termina de adaptarse a las circunstancias que estamos viviendo, y ya no sólo me refiero a las medidas precautorias y los controles de seguridad que debemos mantener, sino, y más grave, a la actitud y ánimo generalizado que no ha podido contenerse, a esos brotes de desasosiego, a esos excesos de soberbia con los que pretenden volverse autoinmunes a todo: al virus, a la necesidad propia y ajena, al apoyo, al compromiso, a la responsabilidad y al futuro del que dependemos todos.

Sentir y vivir las emociones no nos perjudica, por el contrario, nos sensibiliza y nos hace presentes y vibrantes, lo que sí nos afecta es dejarnos llevar por aquellas emociones que nos impulsan al deterioro de nuestra propia vida. Porque todo lo que hacemos, decimos y elegimos nos determina y determina nuestro futuro, y sí… en la vida hay consecuencias y muchas de ellas graves, y no, frente a esas consecuencias no son posibles los escapismos ni los desafueros basados en las circunstancias.

Por eso hoy le invito nuevamente a la reflexión, a mantener el autocontrol y a cuestionarse una vez más esas emociones que surgen en los cambios y las transformaciones, porque hoy es un llamado a la contención, al esfuerzo mutuo y permanente y al apoyo incondicional de todo lo que tenga que ver con el cuidado y el rescate económico.

Créame, la ecuanimidad se necesita siempre, no importan las circunstancias ni la realidad que se esté viviendo, sencillamente porque ése es el equilibrio que su mente necesita. Estabilidad y neutralidad emocional para tomar decisiones correctas y asertivas y seguir adelante. Porque no es suficiente vivir en el presente, lo más importante es poder observarlo con aceptación y ecuanimidad.

La realidad cambia, el presente cambia, nosotros cambiamos, por eso es mejor elegir sin juicios positivos o negativos sobre la realidad e incluso sobre nosotros mismos, eso no soluciona nada, lo que sí lo hace es el grado de reflexión que podamos tener en cada momento para observar, en su justa medida, esa realidad y nuestras decisiones frente a ella. Como siempre, usted elige.

¡Felices ecuanimidades, felices vidas!

 

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