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Despertares 3. El síndrome

Paola Domínguez Boullosa

Paola Domínguez Boullosa

La coach

 

Podemos estar seguros de que la mayor

esperanza para mantener el equilibro

ante cualquier situación recae en nosotros mismos

Francis J. Braceland

 

Una más de las definiciones de despertar en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española reza, Hacer que alguien reflexione o recapacite.

Lo cierto es que lógicamente, nadie puede dar lo que no tiene. Ante esta premisa sucede que irracionalmente desearíamos que los demás tuviesen un poco de esto o de aquello, esperando que hagan, que digan, que sientan o que piensen en la forma correcta… y no, nada de eso ocurre, por el contrario, la respuesta que recibimos se sale de toda lógica y no somos capaces de comprenderlos. Y nos sorprende y nos irrita lo que, para el otro, sólo es una respuesta propia de su esencial naturaleza.

Es necesario que comprendamos cuanto antes, que cada uno de nosotros responde de manera diferente a los hechos y las situaciones que le circundan. Sean estas o no las mismas que usted o yo estemos viviendo, la diferencia siempre debe de ser respetada y sobre todo defendida. Los seres humanos responden a la vida según sus propias experiencias. Son pocos los que se toman el tiempo y la atención de hacer propios principios y valores del bien común que a todos satisfagan y los practiquen e incluyan en su toma de decisiones, aunque este tipo de empatía suele ser bastante escaso.

Créame, por desgracia los momentos difíciles suelen exacerbar el ánimo de las personas, y algunas veces los síndromes que podían estar dormidos… despiertan.

Reflexionar y recapacitar sobre los actos personales es de las tareas más difíciles, complejas y complicadas que existen. El cerebro suele ser siempre bastante perezoso frente al cambio, el cerebro funciona siempre mejor en la costumbre y en las zonas de confort, a diferencia que en el estrés prolongado. La plasticidad cerebral no es para todos porque requiere un alto grado de observación y de humildad, de empatía, de realismo, de sensibilidad, de humanismo.

En tiempos revueltos, las necesidades personales, reales o creadas, inquietan más que todo lo demás, e incluso ya no nos sorprende, este nuevo fenómeno dónde nadie quiere ser percibido como víctima de este caos mundial que a todos nos desequilibra. Para algunos resulta más fácil hinchar el ego, mentir y mentirse a sí mismos y alardear de manera inconcebible que todo está bien, incluso mejor que antes, porque los hay que han querido ser tan optimistas que rayan en la insensatez de su hipocresía acrecentada y tosca, de su desdicha encubierta.

Ahí están todos estos nuevos hubristas. Esos los del síndrome de Hubris, también llamado síndrome hybris o Hibris, el cual se caracteriza por que quien lo padece es prepotente, de ideas fijas, preconcebidas, esos los que siempre rechazan a quienes no sean afines a sus ideas, los narcisistas, los de ego desmedido, los que son incapaces de cambiar de conducta. Interesante porque esto le suele ocurrir a quienes ostentan el poder, real o imaginario sobre otros, y ese poder según el neurólogo David Owen: les hace sentir la presión y la responsabilidad la cual termina por afectar su mente. Y lleva razón, el poder no está siempre en manos del más capaz, pero quien lo ostenta o cree ostentarlo así lo cree.

Por eso hoy le invito a despertar sí, en la reflexión y sí, en recapacitar sobre este tipo de realidades que hoy vivimos, quizá no para intentar cambiar al otro, pero sí para no ser y nunca callar ante aquello que despreciamos. Como siempre usted elige.

¡Felices despertares, felices vidas!

 

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