Pablo Carrillo

Pablo Carrillo
La neurona

Historia pura II

13 de Junio de 2021

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Ha sido un partido histórico el que escenificaron en el estadio Philippe Chatrier, el pasado viernes, los maravillosos Novak Djokovic y Rafael Nadal. Seguramente, con el paso de los años se seguirá hablando de aquella semifinal del Abierto de Francia, la cual tuvo momentos inimaginables gracias a la madurez y grandeza de dos de los mejores deportistas de la historia.

Sin duda, lo que Roger Federer, Novak Djokovic y Rafael Nadal han hecho por el tenis es elevarlo a niveles insospechados de popularidad y audiencias en el mundo entero.

Supongo que los Tsitsipás, Zverev, Sinner, Berrettini y demás integrantes de la nueva camada que aspiran seriamente a ser los mejores del mundo deberán estar profundamente agradecidos con esa tercia de grandes jugadores que, sencillamente, han llevado el tenis a otras alturas.

Algo similar a lo que sucedió en el golf con la hegemonía de Tiger Woods, cuyo efecto positivo provocó un incremento en las audiencias, en las bolsas de los torneos y, en general, en la popularidad de su deporte. Simplemente, la explosión se debió al buen Eldrick, quien, por cierto, y para alegría de sus fans, ya se recupera satisfactoriamente de su grave lesión en la pierna. Aún, eso sí, le queda mucho por mejorar a través del trabajo físico y las terapias.

Regresando al histórico match entre Nadal y Djokovic, valdrá la pena mencionar que, para resolverlo en cuatro sets favorables al serbio, requirieron cuatro horas y once minutos de fragorosa batalla. Cada punto, cada juego, cada set, resultó muy disputado, con los vaivenes acostumbrados de emociones de ambos sectores del público, el cual apoyó a su favorito hasta quedarse sin voz.  Yo lo puedo catalogar como una fiesta del tenis, una fiesta del deporte en general, pues elevaron la contienda hasta el infinito, con estrategia, madurez, inteligencia y mucha pasión en cada una de las acciones en las que se batieron y que dio como resultado un duelo inolvidable. La realidad detrás de tan emotivo encuentro es que Nadal falló más que de costumbre, quizá el cansancio le generó una imprecisión que no es habitual, y que el extraordinario golpeo de pelota a cargo de Djokovic fue fundamental.

Ahora, muy temprano esta mañana, tendremos la oportunidad de ver al serbio luchar contra un jovencito doce años menor, Stéfanos Tsitsipás, nacido en Atenas, Grecia, y quien parece haber madurado para poder enfrentar una final de un Grand Slam. No es cosa menor verle a tan temprana edad jugando una final de tal calado.

Tsitsipás llega con todo que ganar en su constante ascenso hasta el lugar cinco del mundo. Nole es el gran favorito, sin duda, pero no será una perita en dulce el griego que ya tiene el ouzo, licor griego, enfriando.

 

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