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Leonardo, legado de 500 años

Opinión del experto nacional

Opinión del experto nacional

 

Por Fernando Islas

 

Célebre como creador, Leonardo incursionó en todos los ámbitos de la vida cotidiana. Su curiosidad no tenía límites. Pintor, filósofo, poeta, ingeniero, diseñador, matemático, científico, inventor. Con licencia de sus pares Miguel Ángel, Rafael, Botticelli, Leonardo es el verdadero hombre del Renacimiento.

A 500 años de su partida, La Mona Lisa permanece como el icono de las obras clásicas y la pintura más vista de la historia, pero la influencia del genio florentino va mucho más allá de la catarsis. Pensemos en La última cena, hecha a partir de la frase “…uno de ustedes me va a entregar”; es una pieza que delata la expresión de los rostros de los apóstoles, la postura de sus cuerpos y el movimiento de sus manos tras recibir el anuncio. En la escena, el desarrollo del punto de fuga marcó un parámetro para la representación tridimensional en la pintura, es decir, una “realidad espacial”. Se trata de una obra de gran formato con visión arquitectónica hecho de sus charlas con Brunelleschi, arquitecto de Florencia. En su Tratado de la pintura, Leonardo escribió: “Deléitese el pintor en la composición de las escenas, en la abundancia de la variedad, y evite repetir alguna de las partes que haya en ella para que la novedad y la abundancia atraigan y deleiten los ojos que la contemplan…”.

Su obsesión por el mecanismo del mundo lo llevó a desarrollar un sistema de estudios de más de 20 mil páginas de dibujos y apuntes. Por ejemplo, en una de esas notas advertimos que “todo el pie cabe desde el codo a la articulación con la mano y desde el codo a la inserción interna del brazo hacia el pecho cuando el brazo está flexionado. El pie es tan largo como toda la cabeza de un hombre, es decir, desde el mentón al vértice de la cabeza” (Ibidem). Al día de hoy, sus dibujos del cuerpo humano se utilizan en las clases de anatomía.

Bosquejó o mejoró un sinfín de diseños de, entre otros, máquinas para pulir espejos, tijeras, máquinas textiles, el asador, imprentas, el submarino, el traje de buzo, el helicóptero, el aeroplano, el paracaídas, el coche blindado, el tanque de guerra, la metralleta, la catapulta, las compuertas... obviamente, estas máquinas no pasaron de los papeles en que fueron plasmadas, pero todos esos proyectos impresionan por su actualidad, finalmente un legado: “Cada acto de observar y dibujar era para Leonardo un acto de análisis y, con base en estos análisis, el humano creador era capaz de reconfigurar el mundo”, escribe el historiador británico Martin Kemp en Leonardo, (FCE, México, 2006)

A partir de los estudios del matemático Fibonacci, Leonardo desarrolló la sección áurea o proporción dorada, que, en un resumen profano, es la belleza armónica. “Debido a sus cualidades estéticas, incorporadas en su capacidad única de relacionar las partes del conjunto, las proporciones doradas se utilizan en el diseño de muchos artículos domésticos modernos: cafeteras, barajas, bolígrafos, radios, libros, bicicletas, pantallas de computadora, mesas, sillas, ventanas…”, refiere, por su parte, Scott Olsen, especialista en filosofía y religión, en The Golden Section. Nature´s Greatest Secret (Wooden Books, Glastonbury, 2009) En ese sentido, se podría afirmar que en el día con día Leonardo sigue entre nosotros, no obstante que le dijera a su viejo amigo Giovanni Nesi: “No me lea quien no es matemático”.

Celebridad de su tiempo, Leonardo se involucró con su gente, pues fue miembro de un consejo florentino que decidía la suerte de la capital de la Toscana, reuniones en las que rara vez coincidió con Miguel Ángel. Le gustaba alegar, pues. Sus biógrafos señalan que lo creían disciplinado, pero en realidad no concretaba proyectos y se quedaba con el dinero. Su inquietud lo llevaba de un asunto a otro. No terminaba una pintura, distraído por el vuelo de una perdiz, por ejemplo, o abandonaba tal o cual trabajo porque ponía manos a la obra para un modelo de instrumento musical.

Cuentan que tenía en el abandono por varios años un mármol de más de cinco metros que le fue robado por Miguel Ángel, lo que le provocó un disgusto, pero de ese pedazo de piedra salió el David. Para nuestra fortuna, Leonardo no ganó esa batalla.

El historiador francés André Chastel, autoridad en el Renacimiento, señala que “Leonardo era un hombre libre como no se había visto en el mundo. Un hombre al que todo le era indiferente, porque todo era igualmente atractivo. Consagró de igual manera su genio en su vida cotidiana y en su obra“ (Leonardo o la scienza della pittura, Abscondita, Milán, 2008)

Como sea, el trabajo de Leonardo sigue vigente, al igual que su poderoso encantamiento, por lo que conmemorarlo es una buena noticia.

 

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