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La vacuna perfecta

Opinión del experto nacional

Opinión del experto nacional

Mauricio Hernández Cervantes

Periodista y escritor

opinionexcelsior@gimm.com.mx

 

México, España y Reino Unido se preparan para el final

de la pandemia, pero ¿es el virus el único enemigo?

Tal vez, el miedo sea la nueva amenaza a vencer

 

Se llama Araceli. Tiene 96 años y su nombre ya ha pasado a la historia. Será recordada por haber sido la primera persona vacunada en España contra la pandemia que le borró la sonrisa al mundo hace casi 300 días. “Ha sido usted la primera”, dijo la enfermera, tras la inyección. “Gracias a Dios”, respondió Araceli. Sí, a Dios. ¿Hubiese quedado muy exótico decir “gracias a la Ciencia (sí, con ce mayúscula)?”.

Ella, Araceli, nació en Andalucía en 1924 en una estrambótica década en la que media Europa se desangraba y la otra se desenfrenaba. Conoció el significado de las palabras guerra y civil a los 12 años. También, dictadura cuando cumplió los 15. Supo lo que era vivir en una democracia hasta que cumplió los 51 años. Y ha vivido en un país en el que las cenas navideñas, en no pocas ocasiones, han sido con una silla (o más) vacía: por un exilio, por el hambre, por la guerra o, como ha sucedido ahora, por un bichito que se ha cebado con los mayores. Sin embargo, ella, que ha vivido todo eso, y que ha sido la primera española en recibir los máximos esfuerzos de la ciencia para frenar al coronavirus, agradece a la fe, a su fe, por salir airosa de otra batalla. Sea por lo que sea, Araceli no tuvo dolor tras el pinchazo ni miedo a la vacuna.

Un poco más arriba, más allá del Cantábrico y el Canal de la Mancha, están ella y él: Maggie y William. Ambos son una excelente noticia sobre Reino Unido, después de la fatigosa telenovela brexitera en la que se ha convertido su actualidad desde hace cuatro años. Ella, Maggie Keenan, de 91 años, fue la primera persona del mundo en recibir la tan anhelada vacuna de Pfizer y BioNTech. “Si yo la puedo recibir a los 90, usted también puede”, soltó. Sin duda, una buena bofetada para los que siguen creyendo que la pandemia no es más que una ficción al estilo de Netflix. Y luego fue él: William Shakespeare. Sí, tocayo del célebre dramaturgo inglés. Nada más y nada menos que con 81 años, este oriundo de Warwickshire (un condado en el que predominó el voto leaver para abandonar la Unión Europea tras el inutilísimo referéndum que David Cameron permitió en 2016) se vacunó. “Groundbreaking (innovador, pionero, revolucionario)” dijo, tras recibir la inyección. “Puede que esto signifique una mejoría en nuestras vidas”, añadió. Así es, un octogenario inglés orgulloso de recibir una vacuna germano-americana. Tal vez sea tarde para revertir el Brexit, pero da gusto saber que no todos los mayores siguen creyendo que se puede vivir aislado en una isla que aún respira el polvo de un lejano pretérito imperial.

Y en lo que a México y América Latina respecta está María Irene Ramírez, de 59 años y jefa de enfermería. A pesar de que si uno busca en internet con los criterios “primera vacuna México” y el primer titular que aparece es La primera vacuna covid-19 fue mal aplicada…, la noticia es, por donde se mire, esperanzadora. Ahora, es cierto que, prácticamente ningún país, ningún gobierno, puede presumir de una óptima (ya no digamos excelente) gestión de la pandemia, pero el descontrol que ha existido en México era innecesario y, sobre todo, evitable. Quien escribe estas líneas fue testigo de que los domingos en La Marquesa, o en Coyoacán o en la colonia Roma, para la juventud y para la economía, la pandemia era una cuestión secundaria. Claro, cuando la disyuntiva es “salvar la economía o salvar vidas”, cualquier respuesta o conclusión resulta en una tragedia, cualquier política o cualquier declaración es irrebatiblemente ridícula.

El punto es que, pese a todo, ellas y ellos, Araceli, William, Maggie y María Irene, hoy están aquí y han sido vacunados. Perdimos, lo escribo y lo suscribo como uno más en este mundo y al margen de cualquier color que pueda tener mi pasaporte, a muchas personas desde finales del año pasado. Y no las perdimos por un estornudo, una tos o un moco, las perdimos sencillamente por la irresponsabilidad política. En México y en el mundo. Así que nada de colgarse medallitas electoreras por hacer un trabajo que es una obligación en toda regla.

Estas líneas, apreciable lector, han sido escritas desde una aldea devorada en el verde asturiano, en uno de los enclaves mexicanos de España. Ni aquí, donde la vida parece de otro tiempo y de otra época, las miradas y las voces parecen haber escapado del otro enemigo que es igualmente peligroso: el miedo. Sí, el miedo, el nuevo rector de lo que mal llamamos la nueva normalidad. Sí, miedo, eso tan tenebroso, eso que, igual que una pandemia, lo devora todo sin aviso previo.

Por eso es tan importante la vacuna, porque no sólo es contra el virus hooligan de nuestros tiempos, sino contra el medio que todo lo ennegrece, todo lo desaparece.

 

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