Logo de Excélsior                                                        

La trampa del asistencialismo

Opinión del experto nacional

Opinión del experto nacional

Por Fernando Islas

No han sido pocas las ocasiones en que el presidente Andrés Manuel López Obrador señala que la Cuarta Transformación es y será tan profunda como la Independencia, la Reforma y la Revolución, “porque nos hemos puesto el propósito de arrancar de raíz al régimen corrupto”. Lo repiten asimismo cada que pueden los miembros de su gabinete y lo menciona también la Jefa de Gobierno de la CDMX, voceros todos ellos del concepto, porque la 4T es, de momento, algo muy parecido a la anticipación, la esperanza cercana para los seguidores de López Obrador  y la crónica puntual de un desastre para sus críticos. Las posiciones sobre el autollamado gobierno transformador se polarizan, sí, pero hablamos, discutimos y peleamos sobre algo que sólo existe en el discurso. La 4T es, cuando mucho, una semilla que el Presidente de México está seguro de que pronto va a germinar.

Pero López Obrador se quedará con la suya. Así precisamente abrió su discurso del pasado 1° de diciembre en el Zócalo, su hábitat político en cada epinicio de la 4T: “El cambio que estamos realizando está a la vista. En el periodo neoliberal se hacían leyes sin considerar el interés público. Ahora, las reformas a la Constitución tienen el propósito de garantizar el desarrollo del país y el bienestar del pueblo”.

Diversos analistas han ofrecido sus puntos de vista respecto al desempeño del gobierno de la 4T durante su primer año, pero las conclusiones no son muy distintas a las predicciones que se hicieron en los primeros días de 2019. La decisiva victoria de 2018 fue proclamada por el propio López Obrador como “el momento más grande de México desde la Revolución de 1910”. La realidad será más modesta. Una anunciada cruzada contra la corrupción procederá lentamente y las políticas principales del gobierno anterior, como la reforma educativa y la apertura del sector petrolero, pueden retrasarse o anularse. Un entorno empresarial más débil y condiciones comerciales más duras bajo el TLCAN (ahora llamado AEUMC) limitarán el crecimiento”, (The Economist, The World in 2019).

El talón de Aquiles de este gobierno es el crecimiento económico, nulo en 2019, según especialistas económicos consultados por Citibanamex que “recortaron su previsión de 0.1 a 0 por ciento para este año. Para 2020, los expertos consultados por el banco de forma quincenal bajaron su expectativa de crecimiento de 1.1 a 1 por ciento.(La Jornada, 5-XII-2019). Pero acaso el asunto urgente a atender sea el de la inseguridad, problemática heredada que ha dado paso a una muerte sin fin. En ese sentido, la 4T presenta una dicotomía: a juzgar por las encuestas de aprobación de López Obrador, persiste el romance con la mayoría de los consultados, pero asimismo los ciudadanos de este país somos testigos del horror en nuestras calles y comunidades.

Parafraseando el término horrormance de la escritora australiana Anna Funder (“Es una sensación tonta, pero no quiero deshacerme de ella”), el sueño de un México más justo y con igualdad de condiciones convive con el horror que provoca el crimen organizado o la preocupación porque las mujeres de este país puedan llegar a salvo a su destino. Hay gente que se la pasa con el Jesús en la boca.

Asimismo, el gobierno de López Obrador tiene su piedra de toque: el asistencialismo, tan criticado por ese joven político que hacia finales de los 80 se adhirió a la Corriente Democrática del PRI, partido al que renunció. El entonces primer mandatario Carlos Salinas de Gortari creó Solidaridad, un programa social para combatir la pobreza, en realidad una campaña permanente de esa administración, maquinaria de votos para un gobierno generoso que repartía pequeñas dádivas que inhibían el esfuerzo personal, gasto corriente en detrimento de la creación de condiciones de estudio adecuadas o sistemas de salud al alcance de esos marginados. En eso atina López Obrador cuando dice que Salinas se apropió del término solidaridad. Como sea, regalar dinero es una acción contraproducente.

Iconoclasta de eso que hoy se sigue llamando izquierda, Luis González de Alba alguna vez escribió que “el PRI se fue, pero mis camaradas heredaron sus clientes”.

Comparte en Redes Sociales