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La revolución sexual a revisión

Opinión del experto nacional

Opinión del experto nacional

 

Por Santiago García Álvarez

La segunda mitad del siglo pasado presenció un importante cambio cultural. Después de experimentar serias limitaciones a la libertad debido a la guerra o a los sistemas totalitarios, la sociedad buscó mecanismos de liberación en un afán de disfrutar todos los aspectos de la vida sin restricción. Una de las vertientes que se juzgó como históricamente reprimida y susceptible de liberarse fue la sexualidad. ¿Por qué no separarla más libremente del ámbito matrimonial? En un principio, debido a la posibilidad del embarazo derivado de relaciones extramaritales. Tiempo después, con la introducción de la píldora anticonceptiva, el problema pareció resuelto. ¿Por qué no tener múltiples parejas? ¿Por qué no disfrutar de mi sexualidad desde adolescente? Esta estrategia se dibujaba como el colofón de una vida plena, libre, placentera, sin restricciones. Más tarde, con la proliferación del aborto, se abrió una posibilidad adicional para evitar el embarazo no deseado.

Después de varias décadas, es buen momento para reflexionar sobre los efectos de esta revolución sexual. La OMS, el National Survey on Drug Use and Health, el Higher Education Research Institute, o en el caso de México, el Inegi o el DIF, nos arrojan información valiosa sobre comportamientos sociales actuales y su evolución histórica. Algunos factores son multicausales y complejos —hay que evitar soluciones simplistas—, pero se pueden advertir algunas raíces en esta liberación tan propia de la década de los sesenta. La propagación del sida como una enfermedad compleja. El disparo de los índices de divorcio. Una enorme cantidad de madres solteras. El desencanto de muchos jóvenes ante la palabra amor. Una juventud aparentemente más libre, pero también más ansiosa y más triste, entre otros motivos, por vidas afectivamente desequilibradas. Se ha pensado que los anticonceptivos son una solución a varios problemas, pero no está claro que así haya sido de fondo.

Irónicamente, este estilo de vida que prometía quitar una enorme roca que restringía la libertad, parece que ahora ha colocado otra que nos ha limitado en otros aspectos de la vida. Niños que quisieran tener un padre y una madre amorosos y unidos y que no los han tenido. Enfermos de sida que tienen limitadas, debido a su enfermedad, muchas de sus posibilidades. Madres solteras esclavizadas a una dura vida de trabajo, mal pagado, con niveles de estrés muy altos. Muchos jóvenes adictos al sexo o a la pornografía, con una imaginación y una memoria que, teniendo increíbles oportunidades creativas, con frecuencia han visto reducidas sus posibilidades. La sexualidad no parecería reducirse al consentimiento libre de las personas involucradas, sino que quizá ha tenido efectos individuales y sociales más allá de lo originalmente pensado. Además, es lógico pensar que las fake news —aplicables a tantos ámbitos de la sociedad— están presentes también en los temas sexuales y, por lo mismo, susceptibles a la manipulación por interés económico, ideológico o utilitarista.

A nadie le queda duda de que la libertad sexual nos resulta atractiva. Lo importante es reflexionar sobre su conveniencia y su lugar adecuado. Analizarla no sólo desde la perspectiva de la libertad, sino también de la felicidad —distinta al placer—, de las consecuencias secundarias y de los efectos sociales. Por lo anteriormente dicho, la sexualidad no parecería algo meramente físico, sino una realidad que involucra y afecta a la persona en su integridad, y que tiene efectos colaterales. Al mismo tiempo, pensando en los jóvenes actuales, tan sedientos de vincular sus acciones a un propósito, también considerar el sentido profundo de la sexualidad y si puede tener o no un sentido más trascendente.

Quizá es momento de poner en tela de juicio las promesas de felicidad de la revolución sexual, sus presupuestos fundamentales y medir sus consecuencias con visión de conjunto. Habría que estudiar el tema con más profundidad. Por lo pronto, darnos cuenta de que escuchamos muchas voces que siguen promoviendo esa liberación sexual, de resultados cuestionables, pero pocas voces que promueven la fidelidad, la abstinencia, la responsabilidad de los padres, los derechos de los niños y tantas otras herramientas que no hacen daño a nadie y que parecen tener, en su balance, efectos sociales benéficos.

 

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