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La alianza y el tiempo

Opinión del experto nacional

Opinión del experto nacional

Por Armando Ríos Ruiz

Apenas tomó posesión como presidente, Enrique Peña Nieto realizó el llamado Pacto por México, en el que participaron las tres principales fuerzas políticas: PRI, PAN, PRD, con el propósito de aprobar 11 de las llamadas reformas estructurales, como la hacendaria, laboral, energética, telecomunicaciones; para elevar la productividad del país e impulsar el crecimiento económico.

 

Las buenas intenciones prometían y produjeron expectativas positivas, tanto en el país como en el exterior. Los firmantes se comprometieron a elevar el crecimiento económico a más de 5% anual y la inversión arriba de 25% del Producto Interno Bruto. A pesar de que en otros países se hablaba de una operación de grandes alcances por la capacidad que desarrollaría el país para crecer e inclusive algunas revistas se refirieron a la salvación de México, José Luis de la Cruz, director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico, vio otro panorama. Dijo que se trataba de “un golpe político espectacular. Sobre todo, un impacto mediático”.

Pero los aplausos terminaron más pronto de lo imaginado, debido al endeudamiento estratosférico sin inversión pública. Hubo despilfarro y desvío de recursos y estos hechos se convirtieron en elementos que motivaron una corrupción a todas luces evidente. Rápido, se pasó de la gloria al infierno.

Sin entenderlo por completo, los mexicanos veían en su Presidente al símbolo de la corrupción, tal vez porque flotaban en la inteligencia colectiva esos golpes brutales en materia de política fiscal. Aunado a esto, los diarios revelaron otros motivos de desencanto, como la adquisición de la Casa Blanca, contratos multimillonarios para empresas constructoras, Odebrecht, la Estafa Maestra, por citar lo menos.

En junio de 2016, los mexicanos dieron una señal contundente al Presidente y al PRI, su partido, en las elecciones de gobernadores. Le hicieron perder siete de 12 estados. El hartazgo ya era notorio. Para 2018 no había ciudadano que no se incomodara cuando escuchaba que alguien sería capaz de votar por el PRI.

Así llegó a la Presidencia Andrés Manuel López Obrador, con un amplio margen que ha perdurado hasta hoy, al decir de las encuestas. Las hay que le dan 56% en las preferencias, hasta más de 60. Dicen algunas que si hoy fueran las elecciones de junio, ganaría tal vez con un porcentaje superior.

A dos años de su llegada, el mandatario se ha convertido en un personaje incómodo para muchos mexicanos, por exhibir a diestra y siniestra actitudes intolerantes, arbitrarias, ignorantes, impositivas y mentirosas. Para contrarrestar su fuerza, el PRI, el PAN y el PRD formaron una alianza, con la creencia de que, por tratarse de tres principales organismos políticos, sumarán y podrán ganar.

 

Pero han olvidado algo sumamente importante: no se gana sólo por ser tres contra uno. Se gana con propuestas. Si éstas no son lo suficientemente claras, inteligentes y sumamente atractivas, se quedarán con las ganas. Además, deberán realizar un recorrido por cada rincón del país, en el que tendrán que conocer hasta las piedras que pisan. De otra manera, sólo pierden el tiempo.

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