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Ignorar las cortinas de humo

Fernando Islas

Fernando Islas

Por Fernando Islas*

 

A la cascada de burlas, chistes y memes que circularon ampliamente el fin de semana pasado por la ocurrencia de rifar el avión presidencial no le faltaron los llamados de alerta por tratarse de una cortina de humo a severos asuntos que en esas mismas horas se presentaron en nuestra realidad, como el incendio a veintitantas casas y vehículos provocado por un comando en la comunidad Las Pomas, del municipio de Madera, Chihuahua (entre otras novedades del crimen organizado en varios puntos del país), o el muy cuestionado Insabi. Lo de la fallida venta de la lujosa aeronave y la actual “propuesta” del Presidente fue, clamaron algunos, una acción distractora.

En ese sentido, acaso la reunión del procurador general de Estados Unidos, William P. Barr, con el Gabinete de Seguridad del gobierno de México, en la que se acordó un plan binacional para reducir el tráfico de armas y de drogas, además de detectar los recursos financieros de la delincuencia “transnacional” que opera entre las fronteras de ambos países, apenas tuvo resonancia.

Según cifras oficiales, 70% de las armas que ingresan a México proviene del territorio del vecino del norte, pero todo mundo se volcó en comentar jocosamente en qué haría el que se sacara ese tigre en la rifa. Si en efecto el propósito fue desviar la atención a los temas urgentes, ¿por qué no pensar mal para acertar? ¿Qué habrá solicitado el gobierno de EU a cambio de su cooperación en la referida junta de alto nivel? ¿Qué tal si hubo una atenta petición para impedir que los migrantes centroamericanos crucen nuestro país para llegar a la frontera norte? Sin ir más allá, estos cuestionamientos serían los propios de un político que lleva años llenándose la boca denunciando compló tras compló.

Así, por ejemplo, la vergonzosa transición del Seguro Popular al Insabi ya arrojó muerte y angustia, escenario indeseable de un candidato que llegó a la silla presidencial con el famoso lema de “primero los pobres”.

Por otra parte, a juzgar por las imágenes en la frontera sur, donde la Guardia Nacional se ha lanzado contra la caravana de migrantes que intenta ingresar a nuestro país, deja en entredicho la política migratoria del gobierno mexicano. Y la cosa sigue igual de agresiva. Como escribió Porfirio Muñoz Ledo en su cuenta de Twitter la noche del jueves, “la Guardia Nacional reincidió hoy en la agresión de migrantes centroamericanos. Parece ser una actitud sistemática o una política de Estado contraria a los más elementales derechos humanos. Quienes lo ordenaron deberán responder ante el Congreso”.

Las imágenes a las que se refiere el diputado Muñoz Ledo hablan por sí solas. En ellas vemos a los elementos de la Guardia Nacional actuar con violencia, armados de macanas y gas pimienta, sin importarles la presencia de mujeres y niños, sobre esa gente que busca mejores condiciones de vida.

Unos días después, aspectos como esos, de brutal realidad, dejaron de lado, quizás no por completo, los chistoretes por la rifa del avión. El fiscal general de Chihuahua, César Augusto Peniche, confirmó el desplazamiento de las familias que vivían en Las Pomas por los altos índices de violencia en esa zona. El dilema está entre vivir en otro lado o morir en casa. Como los centroamericanos contenidos por la Guardia Nacional.

Así están las cosas hoy en día. Nuestros hermanos del sur se pueden mirar en nuestro espejo de violencia. Somos ellos y ellos son nosotros. Matar ya no es la última opción, si es que alguna vez lo fue, sino que hoy en día matar se convirtió en algo que se hace por sistema. “Somos el resultado de gobiernos corruptos. Somos el resultado de políticos incompetentes y de partidos políticos electoreros”, apunta el periodista salvadoreño Óscar Martínez en la nota preliminar a Una historia de violencia. Vivir y morir en Centroamérica (Editorial Debate, 2016, 242 pp.) Pero, también somos la solución con todo y las cortinas de humo a las que habría que ignorar.

 

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