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Greta Thunberg y Carlos Santamaría, el futuro es hoy

Opinión del experto nacional

Opinión del experto nacional

Por Fernando Islas

Dos chamaquitos dieron de qué hablar esta semana. Por un lado, la activista por el medio ambiente Greta Thunberg. Por el otro, Carlos Santamaría, el alumno más joven de la UNAM. Ella, de 16 años, una figura global. Él, de 13, estudiante de una de las mejores universidades de América Latina. Ambos acaban de dejar la infancia y ya ocupan espacios de la vida adulta. Sobresalen tanto en ello que han sido blanco de ataques por su corta edad.

Thunberg lo hizo de nuevo con otro crítico discurso en el marco de la Cumbre del Clima en la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York. Así como en un encuentro anterior, el 14 de diciembre del año pasado (COP24) en Katowice, Polonia, el lunes la joven sueca apuntó, en la sede de la ONU: “Todo esto está mal. Yo no debería estar aquí. Debería estar en la escuela, al otro lado del océano. Sin embargo, ustedes vienen a nosotros, los jóvenes, en busca de esperanza. ¿Cómo se atreven? Me han robado mis sueños y mi infancia con sus palabras vacías. Pero soy de los afortunados. La gente está sufriendo. Ecosistemas enteros están colapsando. Estamos en el comienzo de una extinción masiva”.

Empero, de los principales dardos que se lanzaron sobre Thunberg fue por sus señalamientos a que generaciones anteriores hicieron poco o nada por el medio ambiente. Sucede que ahora sabemos que ciertas acciones de nuestra vida cotidiana, directa o indirectamente, afectan ecosistemas enteros. Es hora de actuar.

¿Recuerda usted cuando los médicos le recomendaban fumarse un cigarrito para los nervios, para la ansiedad, para pensar mejor? Bueno, pues décadas atrás no se sabía que el consumo de tabaco es un factor de riesgo para contraer enfermedades crónicas. Y, sin embargo, se fuma cuando se tiene un problema. Cuando se resuelve. Así, hasta que los pulmones no aguantan más. Con el planeta ocurre algo similar, sólo que el factor de riesgo es para todos. Se supone que cuando atendemos una consulta médica hay que hacerle caso al doctor por el bien de nuestra salud. En el caso de la Tierra nunca estará de más que Thunberg insista en ello: hay que escuchar a los científicos, esos doctores que quizás no sean capaces de curarle una gripa, pero que dedican su vida a estudiar fenómenos específicos y, en ese sentido, tienen algunas soluciones para disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero.

Y a propósito de doctores, Carlos Santamaría, que estudia la licenciatura de Física Biomédica en la UNAM, va que vuela para convertirse en uno, aunque de momento libró algunos obstáculos, pues ha sido víctima de discriminación institucional y difamación en redes sociales, situaciones que ya fueron investigadas y sancionadas, según la Facultad de Ciencias, cuya directora, Catalina Stern, por cierto, no ha atendido el llamado de mis compañeros Laura Toribio y Abraham Nava, quienes dieron puntual seguimiento al caso (Excélsior 23, 24, 25 y 26 de septiembre). Resulta que, en palabras de Carlos, una suplente de un profesor titular le dijo que “yo no tenía por qué estar ahí, que porque era un niño y que los niños no van a la universidad, bla, bla, bla. Todo era así, calificaciones injustas o una mirada fea”. Ya más tranquilo, el propio Carlitos, como le dicen algunos de sus compañeros, dio el ejemplo: “La universidad es el reflejo del país. Entonces yo creo que si se mejoran las condiciones de la universidad se puede mejorar el país”.

Resulta inquietante que estos chicos hayan sufrido ataques, descalificaciones, calumnias e injurias por el simple hecho de estar expuestos en donde, en teoría, no les corresponde figurar. Claro que siempre se ha juzgado al que es distinto, al agente “externo”, pero Greta Thunberg y Carlos Santamaría son ejemplo de que el futuro es hoy, aquí y ahora.

Las redes sociales de vez en cuando son utilizadas por aquellos que cargan su gotero de amargura, recetándolo en dosis pequeñas, pero suficientemente agrias. Así se ve con Greta, acusada de ser ciudadana de un país de primer mundo. Así las cosas con Carlos, cuyo único delito es haber pasado de manera precoz el examen de admisión a la máxima casa de estudios de México. Ambos, por fortuna, salieron avante para continuar con sus proyectos. Vendrán más reparos, la mayoría cursis y banales. Las vidas de Greta y Carlos apenas empiezan. Vaya maneras de comenzar una vida.

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