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Gobernadores acuerpados

Opinión del experto nacional

Opinión del experto nacional

Rubén Rocha Moya
Senador de la República

 

Los gobernadores de Colima, Durango, Nuevo León, Michoacán, Jalisco, Tamaulipas y Coahuila han formado un frente contra el presidente Andrés Manuel López Obrador. No sólo contra sus políticas sanitarias y económicas en la contingencia del covid-19, sino incluso contra todo aquello que se aparezca y les parezca políticamente redituable para su partidaria causa. Conjura golpista, pues, para decirlo sin darle vueltas.

Lo es porque la divisa de los conjurados no es otra que golpear, golpear y golpear, sin importar la existencia o no de razones federativas jurídicas o morales, mucho menos las consecuencias que de sus actos se deriven. La pandemia es rebajada a mera grilla politiquera.

Mientras la mayoría de los ciudadanos, incluida, muy seguramente, la de sus entidades, aprueba abrumadoramente la conducción que el Presidente ha venido aplicando a la emergencia sanitaria y económica, velando por la vida y el bienestar de todos los mexicanos y mexicanas y, sobre todo, por los más pobres, los gobernadores acuerpados están más preocupados por los intereses de los grandes empresarios. Por sólo poner un ejemplo: han hecho del reclamo de las desdichadas y “empobrecidas” empresas privadas generadoras de energía, una de sus banderas más recientes.

Dicen estar preocupados por la recuperación de los empleos perdidos a causa de la pandemia, pero no tienen empacho, al lado de los voceros más conspicuos de la derecha mexicana, en demandarle al Presidente detener las obras más importantes generadoras inmediatas de miles de oportunidades de trabajo. Y sin quererse percatar de que la ejecución de estas obras esté a cargo de la iniciativa privada.

Con el inicio de la nueva normalidad, el pasado lunes, y encontrándose el país en semáforo rojo —de alto contagio—, a excepción de Zacatecas, los muy expertos gobernantes disidentes, de manera por demás contradictoria, y en su intento por diferenciarse y cuestionar por cuestionar las medidas sanitarias que por ley corresponden al Ejecutivo federal, afirman que la estrategia central pretende responsabilizarlos de los muertos por la pandemia, por lo que no están dispuestos a sumarse a tales medidas, aunque, en la práctica, lo estén haciendo. Bueno, esto ya linda con el delirio.

A propósito, en efecto, la facultad de dictar las medidas de prevención ante una contingencia sanitaria, como la del covid-19, es de la autoridad de salud federal, con la aprobación del Presidente de la República, de quien depende el Consejo de Salubridad General de manera directa, sin que intermedie ninguna secretaría de Estado (artículo 73 constitucional, Fracción XVI, en tres de sus cuatro secciones).

Según la misma disposición constitucional, las decisiones del sector salud tienen carácter ejecutivo y obligatorio para todas las autoridades administrativas de los tres ámbitos de gobierno, de ahí que esté fuera de la ley cualquier desobediencia de los gobiernos locales.

Pero, además, se trata de una desobediencia innecesaria, puesto que al concluir la Jornada Nacional de Sana Distancia, por acuerdo razonable que se concede por la mayor efectividad operativa, las medidas de control y vigilancia pasan a ser asunto de los gobiernos de los estados para atender las especificidades de las regiones. Se ha dicho hasta la saciedad por la autoridad sanitaria federal: no se acaban las actividades de seguridad sanitaria, los protocolos pasan ahora a la vigilancia y control por parte de las autoridades de salud de las entidades federativas.

Siendo asunto de los gobernadores, administrar gradualmente el retorno a la nueva normalidad sanitaria y productiva en sus respectivos estados, sin más exigencia que la de no violentar las pausas protocolarias nacionalmente establecidas y conocidas, son injustificados los reclamos hechos a un Presidente siempre preocupado por una sana y respetuosa relación con todos los gobiernos estatales.

Pero, como dicen en mi pueblo: ganas de estar moliendo. ¿Por qué? Pues porque sí, diríamos. Pero el verdadero por qué ellos lo saben. Y muchos también.

 

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