Logo de Excélsior                                                        

Una cultura para el desarrollo

Max Cortázar

Max Cortázar

Prueba de ello es el ascendente número de mexicanos que, aun enfrentando serias desventajas en términos de su origen familiar o de los limitados recursos de formación profesional a los que tienen acceso en comparación con otras naciones más avanzadas, despiertan todo nuestro orgullo al conquistar los espacios y reconocimientos de mayor prestigio alrededor del mundo.

Gracias a ese esfuerzo extraordinario, México es una potente referencia en los ámbitos de la música, la danza o el cine, entre otras artes. Este florecimiento cultural debe llevarnos como país a la reflexión sobre los mecanismos institucionales para evitar que ese talento se quede aislado en los circuitos de sus respectivas disciplinas y, por el contrario, sean fuente de formación de nuevos talentos o agentes de cohesión social en nuestras comunidades.

Toda una nueva oleada de artistas y creadores puede transformar la utilidad social de la cultura en México. En los caminos de la danza, destaca, por ejemplo, Isaac Hernández. De origen tapatío y formado en la disciplina por su propio padre, en 2015 fue designado el primer bailarín del English National Ballet y dos años después, el mejor bailarín del mundo tras recibir el premio ruso Benois de la Danse, considerado como el Oscar de la danza. Hernández es el primer connacional de la historia en ser distinguido con ese reconocimiento.

En el campo de la ópera está la poblana Rebeca Olvera, quien es la única soprano mexicana con presencia constante en el Festival de Salzburgo, el evento más importante de ese género, además de haber asumido papeles de primera línea en óperas de Estados Unidos, Francia, Alemania y Suiza. En términos generacionales, le acompañan artistas como Arturo Chacón-Cruz, Héctor Sandoval, Mónica Chávez y María Alejandres, con orígenes diversos, pero unidos por una crítica especializada que da buena cuenta de sus interpretaciones en las compañías de ópera más relevantes de los cinco continentes.

Ni cómo dejar atrás a Alondra de la Parra, quien es la primera mexicana en dirigir en Nueva York, la primera mujer en conducir una orquesta australiana, además de que ha trabajado con las más reconocidas de la música clásica, entre las que se cuentan la de París, Londres, Zurich, Berlín, San Francisco y São Paulo.

Finalmente, los reconocimientos a la película Roma de Alfonso Cuarón vuelven a confirmar la calidad del cine desarrollado por mentes mexicanas. El filme ha conseguido arriba del centenar de distinciones por parte de la crítica internacional, entre los que se cuentan el Festival de Valencia, el Círculo de Críticos de Cine de Nueva York, así como los premios Goya de España y el otorgado hace unos cuantos días por la Academia Británica de las Artes Cinematográficas y de la Televisión (BAFTA).

Con Roma, México busca su quinta estatuilla Oscar al Mejor Director en los últimos seis años. Periodo que ha estado dominado por Alejandro González Iñárritu, Guillermo del Toro y el propio Cuarón en la misma categoría, así como por la fotografía de Emmanuel Lubezki —ganador en las ediciones 2013, 2014 y 2015—. Esto, sin mencionar un sinnúmero de nominaciones en los rubros de guion original, actriz principal, actriz de reparto, maquillaje, sonido y montaje.

Éste es apenas un breve resumen de un listado mucho más amplio que inspira por igual a quienes se desarrollan en las artes, como en la pintura, la industria del vestido, la arquitectura, la música, el diseño, la gastronomía y la joyería. Un breve resumen, pero que deja ver cómo la expresión artística mexicana ha tomado de manera simultánea varias pistas del movimiento cultural mundial. Resulta difícil recordar un periodo tan determinante en el pasado. De ahí nace la pregunta sobre cómo podemos aprovechar este valor cultural para detonar orgullo nacional a partir de los logros individuales de cada uno de ellos y para asegurarle un sentido social que se traduzca en un motor de cohesión comunitaria.

No sólo se trata de rescatar el legado de cada uno en las comunidades mexicanas de donde partieron hacia el triunfo, con el objetivo de inspirar a otros más jóvenes. Se requiere de identificar las principales barreras que impiden a los talentos el acceder a los mejores procesos de formación, a los canales nacionales de promoción cultural y a las rutas internacionales de distribución comercial. En lo municipal, al igual que muchas otras ciudades del mundo, nos falta hacer de la expresión artística el mejor pretexto para tomar de manera masiva los espacios públicos. El arte puede ser ventana de oportunidad de desarrollo y bienestar de muchos, así nos lo está dejando ver esta nueva generación de mexicanos.

Comparte en Redes Sociales