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Trump, ¿adiós al hombre fuerte?

Max Cortázar

Max Cortázar

2016 marcó el año electoral en que el sistema político estadunidense fue doblegado por un solo hombre. Donald Trump, el empresario neoyorquino que se vio obligado a superar su propio pasado de frivolidad y desenfreno, a revertir su historia de fracaso en distintas líneas de negocio, a ocultar, bajo cualquier recurso legal posible, sus declaraciones de impuestos, así como a evadir los costos de percepción por el trato misógino y de abuso del que fue acusado por una serie de mujeres, como dieran a conocer en esos meses diversos medios internacionales. Un coctel molotov suficiente para descarrilar cualquier aspiración política en ese país.

Sin embargo, la construcción de su imagen de fortaleza y consecuente victoria política no sólo debió dar cauce a esas adversidades en el orden personal, sino también darle la vuelta a otras condiciones de naturaleza político-institucional. Donald Trump no formaba parte del statu quo de la clase política norteamericana, se le conocía más por sus apariciones en los cuadriláteros de la lucha libre norteamericana que en los circuitos más exclusivos de Washington. Por ello, el liderazgo republicano le calificaba con desprecio y las bases dudaban de sus posibilidades de siquiera llegar a asumir la candidatura presidencial de su partido.

El hombre fuerte se fue imponiendo a lo largo del proceso. Exhibió la lejanía de la capital política estadunidense de las bases ciudadanas, la debilidad de Hillary Clinton como potencial comandante en jefe de la potencia más importante del planeta e, incluso, su estilo personal se impuso sobre la realidad al ganar la presidencia en el Colegio Electoral de Estados Unidos, aun perdiendo por tres millones de sufragios en la contabilidad del voto popular. Su momentum derrotó la candidatura presidencial más votada en la historia de esa nación, con independencia a su condición de mejor.

Sin embargo, cuatro años después, el presidente Trump parece estar contra las cuerdas ante el cambio de vientos en amplios segmentos de la opinión pública, que, hasta hace unos cuantos meses, le reconocían un sobresaliente manejo de la política económica que llevó a Estados Unidos al punto más bajo de desempleo en su historia (3.6%) y a la expansión económica más larga en más de siglo y medio (al acumular, bajo su mandato, más de 120 meses de crecimiento ininterrumpido).

El presidente solía subrayar que, de no reelegirse, su sucesor interrumpiría las tendencias económicas conseguidas por su gobierno, pero nunca esperó que la pandemia anticipara ese escenario en el tramo final de su primer periodo: desde febrero, la economía se encuentra en una situación de recesión, con 20.5 millones puestos de trabajo perdidos desde entonces y con un récord histórico en la tasa de desempleo que alcanza el 15 por ciento. Más aún cuando su mal manejo ha llevado a Estados Unidos a ser el país con el mayor número de muertos e infectados del mundo, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud.

Hoy, su candidatura de reelección tambalea al ubicarse descolocada, fuera de la estrategia más básica y carente de una narrativa convincente. Ahí están como muestras inequívocas el fracaso de su primer mitin de campaña en tres meses de inactividad, en el que no llenó ni una tercera parte de un auditorio en el que esperaba una audiencia desbordada; el abordaje en una gran parte de su discurso a contestar un spot en que sus adversarios le exhiben con debilidad física al bajar de una escalera y al beber agua utilizando ambas manos para acercar el vaso a su boca; así como la necesidad de justificar mano dura a las protestas por el abuso policial, cuando amplios sectores ciudadanos piden lo contrario, una reforma que evite la muerte de afroamericanos en su interacción con estas corporaciones.

Además, no es lo mismo ser alguien ajeno a la clase política que defender su posición como parte de la misma, en un proceso de búsqueda del segundo mandato. Ahí está, por citar un botón de muestra, la confesión pública de John Bolton —su exasesor en materia de seguridad nacional—, quien dio a conocer que el presidente pidió congelar la ayuda millonaria a Ucrania, en tanto ésta no iniciara una investigación en contra de sus más visibles opositores del Partido Demócrata. Entre el juego de percepciones sociales adversas y los escándalos confirmados por excolaboradores, las tendencias en las encuestas se extienden y ahora Trump cae 13 puntos abajo de Joe Biden —la diferencia más amplia de todo 2020—, según la encuesta de Ipsos/Reuters dada a conocer el fin de semana. Esto podría ser el inicio del adiós del hombre fuerte de la política estadunidense.

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