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Buenas prácticas para la salud

Max Cortázar

Max Cortázar

Debemos ser claros. El cambio en nuestras autoridades debe ir más allá de rectificar la narrativa, la cual, hasta ahora, alimenta —en lo general— la percepción social de que los anuncios institucionales no están aparejados a la gravedad de los riesgos asociados al COVID-19. Su responsabilidad, desde luego, pasa por ajustar mensajes y campañas de sensibilización, como también instrumentar acciones con la mayor oportunidad posible, de forma que los ciudadanos cuenten con las condiciones para asumir decisiones en contextos más certeros y salubres. De ahí la importancia de valorar las mejores prácticas identificadas por los países que han sorteado con éxito los momentos críticos de la pandemia, misma que, hasta el corte de ayer, contabiliza 335 mil personas infectadas y 14 mil 652 muertos, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Reconozcamos que una parte del éxito depende del comportamiento en el hogar. Las medidas de higiene personal o de distancia social resultan cruciales en aplanar la curva de contagio que evite el desplome de la infraestructura de salud. Sin embargo, de poco servirá “Susana Distancia” si ésta no se desdobla a la logística segura que los consumidores deben seguir en supermercados o farmacias para reducir la probabilidad de contagios. En distintas ciudades de Estados Unidos estos lugares esenciales de concentración han restringido la entrada por grupos, dispuesto de material desinfectante, marcado los pisos en la zona de cajas para asegurar distancias entre clientes, así como establecido separación física entre ellos y quienes cobran. De esta manera, las tiendas se convierten en extensiones del aislamiento en el hogar con la orientación de las autoridades. Asimismo, en diversas ciudades se persigue por ley la especulación de bienes esenciales o la venta final a precios abusivos de los mismos.

En la vertiente del sistema de salud, la OMS pone el énfasis en la elaboración de pruebas con el fin de acelerar la identificación de casos positivos y personas vulnerables en torno a ellos, así como optimizar los recursos para atender el fenómeno. Corea ha controlado la crisis mediante la aplicación de 15 mil pruebas cada día, mientras el estado de Nueva York pasó de mil a 16 mil pruebas diarias en los días que su tasa de infectados por cada 100 mil habitantes se encuentra por encima de la registrada en un país gravemente afectado como es Italia. El propio gobernador Cuomo ha expuesto la insuficiencia de ventiladores pulmonares que, en caso de mantenerse, llevará a la pérdida de un mayor número de vidas. Por eso en México no sólo debe alejarse el fantasma del desabasto de equipo médico especializado —ayer, Excélsior informaba de la negativa del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias a una persona con síntomas de coronavirus—, sino incluso del más básico material, como las denuncias públicas de enfermeras sobre la falta de mascarillas, guantes e, inclusive, protocolos claros.

Otras mejores prácticas refieren a la educación a distancia; a la flexibilización de pagos de servicios esenciales o impuestos; a la cuarentena de personas potencialmente portadoras del virus y algunas detonadoras de polémica por sus implicaciones en la privacidad, como el monitoreo de sus movimientos vía aplicaciones o inteligencia artificial, a fin de cerciorar el aislamiento impuesto por la autoridad en distintas urbes asiáticas. Sin embargo, existe, al menos, un factor importante que cruza todas las experiencias exitosas registradas hasta ahora: la coherencia.

Para nadie es un secreto el gran esfuerzo que representa a los gobiernos el movilizar a sus ciudadanos. Ello exige sincronía de equipos con el fin de validar información y conseguir patrones de difusión constante, una serie de voceros que siembren certidumbre al abordar la crisis desde perspectivas interdisciplinarias, así como coordinación entre órdenes de gobierno. La dificultad del esfuerzo queda de manifiesto ante las reiteradas solicitudes del gobierno federal a la prensa a transmitir, de manera puntual, las recomendaciones de salud; así como el llamado a la sociedad a evitar caer en noticias falsas. Sin embargo, mientras los voceros dispersen mensajes contradictorios, a diferencia de otros países, México pierde tiempo valioso en enfrentar con todas sus capacidades al coronavirus.

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