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Transparencia contra desconfianza

Martín Espinosa

Martín Espinosa

La pandemia por covid-19 vive hoy día uno de sus momentos más críticos. Por fortuna, han surgido las primeras vacunas, las cuales representan la esperanza humana para poder controlarla o, por lo menos, disminuir los contagios y fallecimientos que en enero pasado registraron sus peores cifras. El reto actual ya no está en el descubrimiento y desarrollo de las vacunas, sino en tener la cantidad suficiente para proteger a toda la población mundial. Éste es, actualmente, el reto mayor para los gobiernos del mundo.

En el caso de México, el gobierno ha establecido una estrategia de adquisición con varios proveedores para cubrir la demanda nacional; tomemos en cuenta que somos más de 120 millones de habitantes. Pero la cantidad no es lo único importante; las vacunas deben demostrar eficacia y seguridad. Cada vacuna, de la compañía y del país que sea, debe demostrar que su relación riesgo-beneficio es favorable. En otras palabras, el beneficio de la vacuna debe ser muy superior al riesgo que corren las personas por reacciones adversas que eventualmente puedan ocurrir tras la inoculación. Y para establecer esta relación riesgo-beneficio se necesitan datos. Datos duros de los estudios clínicos que se hayan realizado y que deben ser examinados cuidadosamente por las autoridades sanitarias para permitir el uso de una vacuna en un determinado país.

En México, la autoridad sanitaria que realiza estas evaluaciones es la Cofepris; el organismo tiene la capacidad técnica para hacer este tipo de evaluaciones.

Si bien las vacunas anticovid representan una gran esperanza, también existe desconfianza del público hacia ellas; es algo natural debido a que son vacunas completamente nuevas, desarrolladas en un tiempo récord por la situación de urgencia que vive la humanidad. Por tanto, la gente tiene incertidumbre y temor, dado que conoce nada, o muy poco, sobre un producto que será introducido a su organismo. Y, además, pulula la desinformación en los medios de comunicación y en las redes sociales.

¿Cuál es el mejor antídoto para esta desconfianza? Sin duda alguna la respuesta está en la información verídica, concreta e imparcial sobre las ventajas y desventajas de la vacuna. Es decir, comunicar con toda transparencia los datos de los estudios clínicos que se han realizado para establecer la relación riesgo-beneficio de cada vacuna. La falta de transparencia no hace más que incrementar la desconfianza y el temor.

En México, la Cofepris aprobó la vacuna de Pfizer-BioNTech, la cual ya se está aplicando. Podemos tener confianza en esta vacuna dado que contamos con toda la información sobre los estudios que se presentaron para solicitar su autorización por la FDA (Food and Drug Administration; en español, Administración de Alimentos y Medicamentos) de Estados Unidos. Toda la información está disponible en el sitio de internet de la FDA y cualquier persona puede consultarlo (https://www.fda.gov/emergency-preparedness-and-response/coronavirus-dise...). Es importante señalar que se presenta no sólo la información técnica sobre la vacuna, sino también los criterios que usaron las autoridades sanitarias para aprobarla.

Tanto en Estados Unidos como en la Unión Europea la información sobre la vacuna de Pfizer-BioNTech está disponible con toda transparencia; no hay opacidad, nada que ocultar. Las características de la vacuna y sus resultados clínicos, incluyendo los reportes de reacciones adversas, están disponibles al escrutinio público.

Por fortuna, hace unas horas, la prestigiada revista británica The Lancet dio a conocer los resultados preliminares de la fase 3 de experimentación de la vacuna rusa Sputnik V, creada por el Instituto Gamaleya, en Rusia, una institución de prestigio internacional que sin duda cuenta con la tecnología para el desarrollo de una vacuna de este tipo. A finales de septiembre, se publicaron los resultados de los estudios clínicos de la fase 1 y 2 de la Sputnik V (https://www.thelancet.com/article/S0140-6736(20)31866-3/fulltext). Pero faltaba la difusión de la última fase. Con esos datos podemos establecer que dicho biológico fue aplicado a poco más de 20 mil personas (16 mil 501 con la vacuna y 5 mil 476 que recibieron placebo); su eficacia fue de 91.6 por ciento, lo cual es muy buen resultado. Con ello, su puesta en marcha ha comenzado.

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